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Renunciar a lo Adquirido

Este es el tema básico de El Bhagavad Gita. En este tratado sobre el alma y su desarrollo, se enseña a “realizar la acción sin apegos”, estableciendo así las bases para posteriores renunciamientos que pueden efectuarse sin [i104] dolor ni sentido de pérdida, porque se ha adquirido el poder, latente siempre en nosotros, de desprendernos de las posesiones adquiridas.

Esta ley actúa de diversas maneras y sólo es posible indicar algunas de las significaciones generales que contienen las principales lecciones que debe aprender todo discípulo.

Primero, el alma debe renunciar a la personalidad. Durante épocas, el alma se ha identificado con el yo personal inferior, y por medio de ese yo inferior ha obtenido experiencia y adquirido mucho conocimiento. Ha llegado el momento en que ese medio ya “no es querido” para el alma, y sus respectivas posiciones son revertidas. El alma ya no se identifica con la personalidad pero la personalidad llega a identificarse con el alma y pierde su cualidad y posición separatista. Todo lo que ha adquirido a través de largos siglos de lucha y contienda, a través del dolor y el placer, a través del desastre y el deseo satisfecho, y todo aquello que la rueda de la vida, girando incesan[e99]temente, ha puesto en posesión del alma —A Todo ha de renunciarse. La vida del discípulo se convierte entonces en una serie de procesos de desapego, hasta haber aprendido la lección del renunciamiento.

La secuencia es, primero el desapasionamiento, luego la discriminación, y finalmente el desapego. Todos los discípulos deben meditar sobre estas tres palabras, si alguna vez han de cosechar los frutos del sacrificio.

“Habiendo compenetrado los mundos con un fragmento de Mí Mismo, Yo permanezco”. Tal es el tema del esfuerzo del alma y tal es el espíritu que debe subyacer en todo trabajo creador. En este pensamiento reside la clave del símbolo de la Ley de Sacrificio —una cruz de color rosa1 con un pájaro volando sobre ella. Esta es la cruz amada (siendo el rosa el color del cariño), con el pájaro (símbolo del alma) volando libre en tiempo y espacio.

Segundo, el alma también tiene que renunciar no sólo a su atadura y adquisición a través del contacto con el yo personal, sino que [i105] más definitivamente tiene que renunciar a su atadura con otros yoes personales. Debe aprender a conocer y encontrarse con otras personas únicamente en el plano del alma. Aquí reside una dura lección para muchos discípulos. Pueden ocuparse poco de sí mismos y pueden haber aprendido mucho de desapego personal. Pueden valorar poco el contacto con el yo personal inferior. Están aprendiendo a trascender todo eso, y pueden haberlo trascendido en gran medida, pero su amor por sus hijos, su familia, sus amigos e íntimos es para ellos de suprema importancia y ese amor los mantiene prisioneros en los mundos inferiores. No se han detenido a reconocer que ese amor es primordialmente amor por las personalidades, y sólo secundariamente amor por las almas. Contra esta roca, muchos discípulos se estrellan durante vidas, hasta que llega el momento en que por el dolor y el sufrimiento y la constante pérdida de aquello que tanto aprecian, su amor entra en una fase más nueva, una fase superior y más verdadera. Se elevan por encima de lo personal, y encuentran nuevamente —después de la pérdida y el sufrimiento sentidos— a quienes ahora ellos aman como almas. Entonces se dan cuenta de que hubo ganancia y no pérdida, y que ha desaparecido sólo lo ilusorio, efímero y falso. El Hombre real ha sido ganado y nunca se puede perder de nuevo.

Muy frecuentemente este es el problema de los padres que están en el Sendero del Discipulado, y es por medio de sus hijos que aprenden [e100] la lección que puede liberarlos para la iniciación. Retienen a sus hijos, y por ser esto contrario a la ley de la naturaleza, resulta en desastre. Es la cumbre del egoísmo. Y sin embargo, si sólo pudieran saber y ver correctamente, se darían cuenta de que para tener, uno debe desapegarse; y para mantener, uno tiene que soltar. Tal es la ley.

El alma debe también aprender a renunciar a los frutos o adquisiciones del servicio y aprender a servir sin apego a los resultados, a los medios, a las personas o al elogio. Trataré esto más adelante.

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En cuarto lugar, el alma tiene que renunciar también al sentido de responsabilidad por aquello que otros discípulos puedan hacer. Tantos servidores sinceros aferran a sus colaboradores, y no renuncian a aferrarlos a ellos o a sus actividades en el plano externo. Este es un error sutil, pues se enmascara detrás de un sentido de honesta responsabilidad, una adhesión a los principios como le parecen al individuo, y la acumulada experiencia del discípulo —la cual es necesariamente, experiencia incompleta. La relación entre discípulos es egoica y no personal. El vínculo es del alma y no de la mente. Cada personalidad sigue su propio curso, debe hacerse cargo de sus propias responsabilidades, resolver su propio dharma y cumplir su propio karma, y así responder por sí misma a su Señor y Maestro, el Alma. Y habrá respuesta. ¿Esto en sí suena a separación y soledad? Sí, en lo que a las actividades externas concierne. Sólo mientras los servidores cooperan desde el punto de vista de una conexión interna subjetiva, puede llevarse adelante un trabajo unido.

En este momento en la historia del mundo y su periódico salvarse de las condiciones que están destruyendo la actual civilización, es necesario que los aspirantes capten el hecho de que ese proceso de salvamento debe proseguir bajo la Ley de Sacrificio, y que sólo una relativa unidad externa puede lograrse en este momento. Los numerosos servidores todavía no ven la visión con suficiente claridad como para hacerlos trabajar con perfecta unanimidad de propósito y objetivo, de técnica y método, o completa comprensión y unicidad de acercamiento. Esa fluida, perfecta cooperación reside todavía en el futuro. Es magníficamente posible establecer un interno contacto y relación, basado en una realizada unicidad de propósito y amor del alma, y para esto todos los discípulos deben luchar y esforzarse. En el plano externo, debido a la mente separatista durante esta era y tiempo, no es posible un comple[e101]to acuerdo sobre detalle, sobre método y [i107] sobre interpretación de principios. Pero —las relaciones y la cooperación internas Deben ser establecidas y desarrolladas, a pesar de las divergencias de opinión externas. Cuando la conexión interna se mantiene en amor, y cuando los discípulos renuncian al sentido de autoridad sobre el otro y de responsabilidad por las actividades de cada uno, y al mismo tiempo trabajan hombro a hombro en el Trabajo Uno, entonces las diferencias, las divergencias y los puntos de desacuerdo serán automáticamente superados. Hay tres reglas de importancia para los discípulos en este momento:

Primero, procurar no permitir que aparezca ninguna ruptura en la relación interna en la cual ustedes se apoyan recíprocamente. Debe preservarse intacta la integridad del grupo interno de servidores.

Segundo, llevar a cabo vuestro propio deber y tarea, cargar con vuestra propia responsabilidad y luego dejar que los condiscípulos hagan lo mismo, libres del impacto de vuestro pensamiento y crítica. Los caminos y los medios son muchos; los puntos de vista varían con cada personalidad. El principio de trabajo es amor a todos los hombres y servicio a la raza, manteniendo al mismo tiempo un amor interno más profundo por aquellos con quienes ustedes están destinados a trabajar. Cada alma se trasforma en el camino de luz por medio del servicio realizado, por medio de la experiencia adquirida, por medio de los errores cometidos, y por medio de las lecciones aprendidas. Eso necesariamente debe ser personal e individual. Pero el trabajo mismo es uno. El Sendero es uno. El amor es uno. La meta es una. Estos son los puntos que importan.

Tercero, mantener siempre en el trabajo la actitud de la mente que debe surgir de las dos reglas anteriores, seguidas fielmente. El punto de vista y conciencia de ustedes son propios de ustedes, y por lo tanto, para ustedes, son correctos. Aquello que parece tan claro para ustedes y de tan vital importancia para ustedes, no es necesariamente del mismo valor o importancia para vuestros hermanos. Vuestro importante principio puede ser comprendido por una mente más capaz que [i108] la de ustedes y por un discípulo más avanzado, como expresando un aspecto de un principio mayor, una interpretación de un principio, correcta y apropiada en un momento determinado, pero susceptible de una aplicación diferente en otro momento, y por otra mente. Bajo la Ley de Sacrificio estas tres reglas podrían interpretarse de la siguiente manera:

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  1. Renunciar a o sacrificar la antiquísima tendencia a criticar y a ajustar el trabajo de otro, y así conservar la integridad del grupo interno. La crítica hizo descarriar más planes para el servicio y obstaculizó a más trabajadores que cualquier otro factor importante.
  1. Renunciar a o sacrificar el sentido de responsabilidad por las acciones de otros, y particularmente de los discípulos. Traten de que la propia actividad esté a la altura de la de ellos, y en la alegría de la lucha y en el camino de servicio las diferencias desaparecerán y se logrará el bien general.
  1. Renunciar al orgullo de la mente que ve su camino e interpretaciones correctos y verdaderos, y falsos y erróneos los de los otros. Este es el camino de separación. Adherir al camino de integración que es el camino del alma y no de la mente.

Estas son palabras severas, pero son las reglas por las cuales los Instructores en el aspecto interno guían Sus acciones y Sus pensamientos al trabajar uno con otro y con Sus discípulos. La integridad interna es necesariamente un hecho probado para Ellos. Para el discípulo no lo es. Pero para los Instructores internos las diferencias externas son detestables. Cada uno deja libre al otro para servir al Plan. Entrenan a Sus discípulos (independientemente de su grado) para servir a ese Plan con libertad, porque el mejor trabajo se realiza en libertad y en el sentido de alegría y en la fortaleza del amor interno cooperativo. Ellos buscan sinceridad. Buscan la disposición a sacrificar lo menor [i109] cuando se percibe lo mayor. La renuncia espontánea a los ideales largamente sustentados cuando se presenta uno mayor y más inclusivo es Su guía. El sacrificio del orgullo y el sacrificio de la personalidad cuando la vastedad del trabajo y la urgencia de la necesidad se comprenden, Los mueve a cooperar. Es esencial que los discípulos aprendan a sacrificar lo no esencial para que el trabajo pueda ir adelante. Por poco que uno lo comprenda, las muchas técnicas, métodos y caminos son secundarios a la principal necesidad mundial. Hay muchos caminos y muchos puntos de vista, y muchos experimentos y muchos esfuerzos —fallidos o exitosos, y todos vienen y van. Pero la humanidad permanece. Todos evidencian la multiplicidad de mentes, y de experiencias, pero la meta permanece. La diferencia es siempre de la personalidad. Cuando esta Ley de Sacrificio gobierne la mente, conducirá inevi[e103]tablemente a todos los discípulos a renunciar a lo personal a favor de lo universal y del alma, que no conoce separación, ninguna diferencia. Entonces ningún orgullo, ni una perspectiva corta y miope, ni el amor a la interferencia (tan caro a muchas personas), ni la incomprensión del móvil obstaculizarán su cooperación mutua como discípulos, ni su servicio al mundo.

[Un Tratado sobre los Siete Rayos Tomo II, Sicología Esotérica pp. 98/103]

1 rosy: “sonrosado”; y también “prometedor, halagüeño”. (N. de los T.)