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El Intervalo entre la Guerra y la Paz [extracto]

Agosto de 1942

Los muchos miles de personas que en el pasado han leído los folletos y artículos que he escrito, demandan insistentemente que diga algo acerca del período de rehabilitación venidero y de lo que puede hacerse (mientras la guerra todavía está en progreso) como preparación para ser útiles en ese momento. Cuando la guerra estalló, publiqué un artículo titulado La Actual Crisis Mundial y en él traté de trazar los orígenes del conflicto y los factores que hicieron posible esta catástrofe. Más tarde apareció otro artículo denominado El Orden Mundial Venidero, que procuró mostrar, a un mundo que sufría, una visión de un futuro material y espiritual que los corazones de los hombres han demandado por largo tiempo. Así se hizo un intento para ocuparse tanto del pasado como del futuro.

Más no era posible en ese momento, debido a la desunión existente entre esas naciones que hoy forman las Naciones Unidas. También había una falta de comprensión y una perspectiva egoísta entre esas naciones que en ese momento eran neutrales. Por encima de todo lo demás estaba el hecho de que los asuntos involucrados tenían que ser decididos por la humanidad misma y entonces no era posible predecir con algo de exactitud lo que haría la humanidad. Aun los hombres más esclarecidos y los líderes espirituales de la raza no podían juzgar qué postura adoptaría el género humano, o si había suficientes personas de clara visión en el mundo que pudieran arrastrar y arrastraran a la masa de hombres hacia efectiva oposición a las Potencias del Eje. La pregunta era: ¿Temor mundial y egoísmo universal dominarían, o el espíritu de libertad1 y el amor a la libertad2 serían suficientemente fuertes como para soldar a las naciones libres en un todo unido y firme?

[e305]

Hoy el asunto es claro y el fin inevitable. Las naciones libres y las pequeñas naciones derrotadas y esclavizadas están subjetiva y prácticamente unificadas en una intensa determinación espiritual de ganar la guerra; la suerte de las Naciones del Eje está por lo tanto inalterablemente decidida, aunque al momento de escribir esto parezcan victoriosas en toda [i365] la línea. Sólo el momento de la victoria final del derecho contra el poder es lo que hasta ahora sigue siendo el factor de incertidumbre, y esto debido a la enorme y preparada fortaleza de las naciones agresoras y a la falta de preparación de las democracias. Esta falta de preparación está siendo rápidamente remediada.

Este artículo es un intento de indicar los problemas, y quizás algunas de las soluciones, que deben inevitablemente llenar el intervalo entre el fin de la guerra y el orden mundial venidero. Será necesario tratar este tema de una manera amplia y general, ya que nos resulta demasiado vasto como para ser inteligentemente específicos. Sin embargo, podemos considerar el trabajo inmediato a realizar en preparación para el cese de la guerra e indicar los primeros pasos que pueden y deberían darse para iniciar sólidos procesos de reconstrucción. El período de rehabilitación y de reconstrucción debería ser hoy la profunda preocupación de todos los que aman a sus semejantes.

Hay quienes considerarán que el estudio del venidero período de reconstrucción es prematuro. Creen (y con razón) que nuestra primera preocupación inmediata es ganar la guerra, y estoy plenamente de acuerdo con esto. La voluntad-a-la-victoria es el primer punto esencial y básico, pues no habrá ninguna verdadera actividad de reconstrucción si triunfan las Naciones del Eje. Pero hoy hay muchos cuya tarea no es luchar y cuyo lugar y función se halla forzosamente en los aspectos civiles de la vida de las naciones. Pueden pensar, hablar y trabajar, en preparación para el futuro. Hay otros que sienten que sólo el experto entrenado en los campos de reajuste económico y político puede abordar este difícil problema con alguna esperanza de hacer una contribución útil. Aún otros sienten que la paz es lo único que importa y que a ello debería seguir un largo período de tranquilidad mental en todos los países; creen que las personas en todas partes están demasiado exhaustas e infelices como para disponerse todavía a emprender cualquier trabajo de reconstrucción. Otros también son tan completamente pesimistas que pierden las esperanzas de recuperar jamás al mundo y esperan tristemente un colapso de todos los procesos del vivir civilizado. Hay algo de verdad en todos estos puntos de vista. El trabajo de los expertos será muy necesario, pero [i366] el interés comprensivo y el poder sustentador de aquellos cuyos corazones arden de amor, son los únicos que posibilitan su trabajo. No se necesitarán [e306]únicamente las actividades institucionalizadas y la empresa financiera de trabajadores económicos y sociales y agentes de gobierno, sino que sobre todo lo demás, la solución debe encontrarse en el surgimiento de buena voluntad en los corazones de los hombres. Esto proporcionará el incentivo correcto y compasivo. Muy ciertamente el mundo podría ser rehabilitado por razones puramente comerciales y egoístas, y porque intercambio comercial, la capacidad de comprar y vendery el restablecimiento de la estabilidad financiera,son factores importantes en el restablecimiento mundial. Pero estos no son los motivos básicos que harán que la humanidad vuelva a respetarse a sí misma y a vivir seguramente.Proporcionarán el poder motivador a muchos hombres y grupos, pero no el motivo que puede producir verdadera reedificación constructiva del tejido de vida humana.

El trabajo de reconstrucción será el trabajo de los hombres y mujeres inteligentes de buena voluntad, y suya será la tarea de restablecer nueva vida y felicidad a la humanidad, y para ellos escribo. Por favor, tengan esto presente. No estoy escribiendo para técnicos expertos y consejeros del gobierno entrenados, sino para quienes en sus corazones tienen buena voluntad para todos los hombres y quienes, debido a ello, desean hacer su parte en traer tranquilidad y paz al mundo —una paz basada en valores más seguros que en el pasado y sobre planificación más sensata. En el último análisis, no es por la paz que los hombres de buena voluntad están trabajando sino por el crecimiento del espíritu de comprensión y cooperación; esto solo será suficientemente fuerte para derribar barreras raciales, curar las heridas de la guerra y construir una nueva estructura mundial adecuada a las demandas inteligentes de las masas.

En los folletos anteriores traté (junto con muchas otras personas reflexivas) de indicar los pasos que podrían darse para evitar al cataclismo inminente. Entre lo más importante que se enfatizó, estaba el crecimiento de buena voluntad mundial, pues buena voluntad es el principio activo de la paz. También traté de acentuar la comprensión internacional y un futuro de recursos planetarios compartidos, y un reconocimiento de [i367] una culpa general históricamente probada en relación con la guerra, más esas ideas que —si fueran desarrolladas— podrían poner fin a la era de separatividad.

A pesar de todos los esfuerzos de los hombres de buena voluntad, de todas las organizaciones de paz y del trabajo esclarecido de los pensadores, educadores y líderes del mundo, sucedieron dos cosas que se esperaba evitar. La primera fue una precipitación definida y enfocada del espíritu del mal y del materialismo por intermedio de las naciones del Eje, usando la [e307] agresión de Japón como el punto focal inicial y expresándose más tarde en plena fuerza a través de Alemania. La segunda fue que las naciones neutrales, en las primeras etapas de la guerra, no lograron dar los pasos necesarios para aliarse activamente con las naciones que combatían al totalitarismo, y su incapacidad de conciencializar todo el horror de lo que estaba por delante para el género humano. El egoísmo de la humanidad estaba aun más profundamente arraigado de lo que se captaba y las Naciones Unidas entraron en actividad cooperativa sólo después de dos años de guerra y la violación planeada de muchas naciones neutrales. La ceguera de las naciones neutrales definitivamente desbarató los cálculos de trabajadores con amplia visión para el bien del mundo, y demoró seriamente la finalización de la guerra.

Ahora el punto crítico pasó, y la captación humanitaria de las cuestiones involucradas y la unidad que existe entre las Naciones Aliadas, garantizan la inevitable derrota de las Potencias del Eje. Otros factores también aseguran la victoria última de las fuerzas del derecho y la libertad del mundo. No hay tiempo para extenderse sobre ellos, pero pueden ser enumerados y la gente puede ver entonces cuán certeramente garantizan el triunfo de los pueblos libres del mundo. Estos factores son:

  1. La voluntad-a-la-victoria está creciendo constantemente. Entreguismo3, pacifismo e incertidumbre están desapareciendo de igual manera constante.
  1. El apuro en que se encuentra la humanidad en todas partes, como resultado de la agresión del Eje, va estabilizando definitivamente a la opinión pública y evocando una determinación inalterable de poner fin al mal, iniciado y llevado adelante por Alemania y Japón, ayudadas algo involuntariamente por Italia. [i368]
  1. Los recursos de las Naciones Unidas son vastos y están ahora en proceso de movilización. Su uso masivo y su potencial fabril son prácticamente inagotables y están siendo rápidamente organizados. El poder humano y los recursos de Alemania y sus aliados, llegaron a la cúspide, trayendo el enorme poder actual, pero irá declinando firmemente en el futuro.
  1. Los problemas de esta guerra se van comprendiendo cada vez con mayor claridad; hasta los ignorantes y los prejuiciados reconocen que tales problemas pueden ser agrupados en tres posiciones principales, lo cual les permite hacer una elección personal respecto a lealtades:
  1. La posición democrática, con su énfasis sobre las Cuatro Libertades y la Carta del Atlántico, [e308] asegurando rectas relaciones humanas y la finalización de la agresión.
  1. La posición totalitaria, con su énfasis sobre la dictadura mundial, la esclavitud de las numerosas naciones conquistadas, su inclinación antirracial y su flagrante crueldad y terrorismo.
  1. El entreguismo y las actitudes pacifistas —idealistas e imprácticas y que hoy hallan su foco en la actitud de Gandhi. Él pone en clara perspectiva la actitud intransigente, fanática, que es no-realista y que voluntariamente sacrificará vidas, naciones y el futuro de la humanidad para alcanzar su objeto. Si Gandhi tuviera éxito en su objetivo ahora, ello precipitaría la guerra civil en la India, sacrificaría toda esperanza inmediata de libertad para ese país, permitiría a los japoneses conquistar fácilmente la India, provocaría una masacre de incontables miles de personas y permitiría a Alemania darse la mano con Japón por encima de Asia, con la anonadante probabilidad de una victoria totalitaria.

Estos tres puntos de vista están siendo hoy día claramente comprendidos por los hombres en todas partes, y sus decisiones respecto a la lealtad y adhesión son claras.

  1. El espíritu de libertad está triunfando en todos los países (aún en los países conquistados, para asombro de [i369] Alemania) y la belleza del espíritu humano surge en todas partes, tanto en los países conquistados como en las naciones que luchan, de espalda a la pared, por la libertad humana.
  1. Un intenso interés por las condiciones de posguerra se evidencia en las declaraciones de líderes, políticos, conferencistas y hombres de mente espiritual de todas partes; esto lo testimonian los artículos, folletos, libros, alocuciones y planes, que tratan del nuevo orden mundial. Las fuerzas de rehabilitación y de buena voluntad se están movilizando rápidamente; constituyen un gran ejército dentro de todas las naciones, y son un ejército invisible, pero aún incipiente e inseguro respecto a método y proceso, aunque bien definido respecto a metas y principios.

Los seis factores que anteceden aseguran la derrota de las Fuerzas del Mal y el triunfo de las Fuerzas de la Luz, y con estos como base para el optimismo, con segura esperanza podemos estar de cara al fin de la guerra, a la desmovilización [e309] de los ejércitos, al cruce tranquilo de los siete mares y al momento en que el temor empiece a desaparecer.

¿Cuáles serán los peligros a neutralizar? ¿Para qué debemos estar preparados cuando enfrentemos la tarea de reconstrucción? Sería útil enumerar algunos de los peligros para los cuales debemos estar preparados. Los consideraremos por orden de importancia:

  1. El peligro de un arreglo de paz demasiado rápido. Trabajemos arduamente para un armisticio prolongado, durante el cual el ardor de la batalla y los fuegos de la venganza puedan tener tiempo para ir apagándose, la agonía del género humano pueda aliviarse, y ganarse tiempo para planificación calma, pausada.
  1. El peligro de un retorno a la así llamada normalidad. El principal desastre que enfrenta la humanidad en este momento, es un retorno al estado de cosas previo al estallido de la guerra y la rehabilitación del viejo mundo familiar, con su imperialismo (sea de imperio o de finanzas), sus nacionalismos y sus minorías angustiadas, explotadas, sus viles distinciones y separativas barreras entre rico y pobre, [i370] oriental y occidental, y entre las castas y clases que se encuentran en todo país —sin excepción.
  1. Los peligros incidentes a los ajustes necesarios entre las naciones. Cualquier ajuste realizado sobre la base de la tradición histórica o de antiguos límites, sólo servirá para hundir al mundo nuevamente en la guerra. Estos ajustes deben realizarse basándose en la humanidad misma; la voluntad de los pueblos libres debe ser el factor determinante y no la voluntad de expertos técnicos, políticos, o de alguna clase o grupo dirigente. En el mundo venidero, la ecuación humana tendrá una posición predominante, los seres humanos determinarán en lo posible su propio destino y los hombres ejercerán su libre albedrío en el establecimiento del tipo de mundo en el cual eligen vivir. Decidirán el país del cual prefieren ser ciudadanos, y elegirán el gobierno al cual serán leales. Esto necesariamente tomará tiempo y debe ser un proceso pausado. Requerirá una educación planificada de las masas en todos los países, y tendrán que enseñarse cuidadosamente los principios de libertad y la diferencia entre libertad y libertinaje. Un nuevo mundo basado en el restablecimiento de límites territoriales, históricamente determinados, no logrará poner fin a la lucha, la agresión y el temor. Un nuevo mundo basado en valores humanos y rectas relaciones humanas puede instituir (seguramente con lentitud, pero inevitablemente) esa nueva civilización que los hombres de buena voluntad demandan para toda la humanidad.
  1. Los peligros derivados del odio, la venganza y el dolor. Estos peligros serán los más difíciles de evitar. [e310] Un odio al régimen nazi (y a la nación alemana por apoyar a ese régimen), odio profundamente arraigado, está surgiendo constantemente. Esto es casi inevitable, estando basado en los hechos de la actividad nazi. La tarea de las Naciones Unidas después de la guerra será necesariamente —entre otras cosas— proteger al pueblo alemán del odio de aquellos contra los cuales ha perpetrado terribles abusos. Esto no será fácil de hacer. Castigo y venganza no deben ser permitidos, y sin embargo al mismo tiempo no se puede, ni se debe, evitar[i371] un pago justo por la mala acción. La ley obra siempre, y esa ley estipula que lo que un hombre o nación siembre, eso también cosechará. Alemania ha sembrado el mal en todo el mundo civilizado y durante algún tiempo su suerte debe ser dura y tendrá que pagar con sudor, trabajo y lágrimas sus malas acciones. Pero este pago debería ser parte del gran trabajo de rehabilitación y no una exacción vengativa, y si se tiene esto en cuenta no se cometerán serios errores. El pueblo alemán debe trabajar esforzadamente para corregir el mal que ha hecho, hasta donde le es posible, pero la próxima generación —actualmente en la cuna o en la escuela— no debe ser castigada. Los niños pequeños y los bebés de la raza germana —inocentes de las acciones erróneas de sus padres y hermanos— no deberían estar implicados en los castigos infligidos. Los hombres jóvenes de hoy en Alemania deben, con el trabajo de sus manos y el sudor de su frente, reconstruir lo que han destruido tan despiadadamente, pero la gente mayor inofensiva, aunque débil, los niños pequeños y los muchachos y muchachas adolescentes deben ser eximidos y deben ser entrenados para ser ciudadanos de una mejor y más fina Alemania que hasta ahora nunca ha existido —una Alemania que es una parte constructiva del todo y no una amenaza y un terror para todos los hombres que piensan correctamente. El despertar de hombres de buena voluntad en todas las naciones hombres que ven a la humanidad como un todo y a todos los hombres como hermanos es la única manera en que esta creciente marea de odio puede ser detenida. No será detenida diciendo a quienes han sufrido en manos de las naciones del Eje, que no deben odiar, o exhortando a los pueblos que fueron las víctimas de los traidores, que no deben tener mala voluntad hacia hombres tales como Quisling y Laval. Será contrarrestado por una gran demostración de amor y comprensión prácticos de parte de las Naciones Unidas —un amor que resultará en forma de alimentos para el hambriento, cuidados para el enfermo, reconstrucción de las ciudades destruidas y restablecimiento de la “tierra arrasada”. Los problemas de odio y venganza requerirán suma habilidad en el trato y necesitarán acción extremadamente sabia de parte de las naciones libres. [e311][i372]
  1. El peligro para la humanidad de los efectos de la guerra sobre los niños y los adolescentes de las naciones. Los niños de hoy son los padres de las generaciones venideras, y han pasado por una aplastante experiencia sicológica. Difícilmente puedan volver a ser normales alguna vez. Han visto las profundidades mismas de la crueldad, la maldad, el dolor, el horror, el terror y la incertidumbre. Han sido bombardeados, traumatizados por la guerra y ametrallados. No han conocido seguridad alguna y hoy no esperan ningún futuro seguro. Millones de ellos no han conocido control parental alguno; la guerra los separó de sus familias y frecuentemente ni siquiera conocen sus propios nombres. Incluso cuando la unidad familiar se haya preservado intacta, sus padres por lo general se dedican al trabajo de guerra, ya sea en casa o afuera, y sus madres están trabajando en fábricas o cultivando la tierra; los niños por lo tanto no tienen vida o control de hogar. La desnutrición debilitó sus fuerzas y el mal prevaleciente minó su moral y sus normas de valores. Desde el punto de vista humanitario y espiritual, el problema vital después de la guerra será restablecer en los niños del mundo la felicidad, la seguridad, apropiados estándares de vida y conducta y alguna medida de control comprensivo. Esto es esencialmente un problema de educación. Los educadores y sicólogos de visión en cada país deben ser movilizados y el “patrón de cosas por venir” para los niños debe ser inteligentemente determinado. Esto tendrá que hacerse en escala internacional y con la sabiduría que proviene de una captación de la necesidad inmediata y una visión de largo alcance.

6. Los peligros del resurgimiento del espíritu nacionalista. El intenso nacionalismo fue el principio motor en la provocación de la guerra, y ninguna nación ha estado exenta de este espíritu de orgullo nacional y de una perspectiva nacionalista, separativa. Intereses egoístas determinaron las razones por las cuales cada nación entró en esta guerra; la seguridad individual provocó la entrada de incluso las naciones democráticas más esclarecidas. Que a estos incentivos egoístas agregaron la necesidad mundial y el amor a la libertad, es cierto y sirve [i373] para equilibrar, aunque no contrarrestar, los móviles egoístas; que el instinto de autopreservación no les dio alternativa alguna es igualmente cierto, pero queda el hecho de que no habría habido guerra alguna si las naciones democráticas hubieran sido el factor determinante. Eso en sí da lugar a interrogantes. ¿Por qué las democracias poderosas, en el último análisis, permitieron esta guerra cuando unidas y agrupadas desde el comienzo podrían haberla detenido en las etapas iniciales? Además, dadas las naciones agresoras existentes, el propio interés colectivo obligó a las democracias a combatir, y sin embargo este mismo interés propio debería haberles hecho dar los pasos que habrían [e312] garantizado la paz. Tipos nacionales, intereses nacionales individuales, culturas nacionales y civilizaciones nacionales existen uno al lado del otro, pero en vez de ser considerados como tributarios de un todo integrado, fueron celosamente competidores y considerados como las prerrogativas peculiares y distintivas de alguna nación y como existiendo para el bien exclusivo de esa nación.

En el futuro, el factor tributario en la vida debe ser acentuado y desarrollado, y el bien de una sola nación o un grupo de naciones debe ser sustituido por el bien de la entera familia de naciones.

La educación del pueblo sobre este ideal no le hace perder su identidad nacional o cultura individual. Debe seguir así y desarrollarse hasta su meta espiritual más elevada para el enriquecimiento y el bien colectivo de todos.

Sólo debe cambiarse el móvil para el énfasis de cualquier cultura racial y nacional específica.

La familia de naciones, considerada como una unidad, su correcta y apropiada interrelación y la asunción de la responsabilidad para el uno, o para el débil, debe ser la meta conciencializada de toda empresa nacional; los recursos de todo el planeta deben ser compartidos colectivamente y debe conciencializarse cada vez más que los productos de la tierra, las riquezas del suelo, la herencia intelectual de las naciones, pertenecen a la totalidad del género humano y no exclusivamente a una sola nación. Ninguna nación vive para sí misma, como ningún individuo puede vivir feliz de esa manera; la nación o el individuo que trata de hacerlo debe [i374] desaparecer inevitablemente de la faz de la tierra. Todas las naciones hicieron esta tentativa egoísta, como la historia antigua y moderna lo prueba. Su tradición, sus recursos, su genio nacional, su historia pasada, sus productos minerales y agrícolas, su posición estratégica sobre el planeta, fueron usados en siglos pasados en beneficio de la nación que los reclamó; fueron explotados para aumentar el poder de esa nación a expensas del sufrimiento de otras…

Las culturas y las civilizaciones pasadas y presentes son de gran valor; el genio particular de cada nación debe ser evocado para el enriquecimiento de toda la familia humana; la nueva civilización debe tener sus raíces en el pasado y surgir de él; deben aparecer y reconocerse nuevos ideales, y para ello los hechos y la educación del pasado habrán preparado a los pueblos. La humanidad misma debe ser la meta del interés y del esfuerzo y no cualquier nación o imperio particular. Todo esto ha de ser efectuado de una manera práctica, realista, divorciada de sueños visionarios, místicos e imprácticos, y todo lo que se hace debe estar fundado en un solo reconocimiento básico —hermandad humana, expresándose en rectas relaciones humanas.

La Exteriorización de la Jerarquía

1 freedom

2 liberty

3 Appeasement