Pasos Prácticos

Habiendo formulado nuestra hipótesis y aceptándola momentáneamente, continuaremos con el trabajo, hasta que se demuestre falso, o mientras ocupe nuestra atención. Una hipótesis no es necesariamente falsa porque falle en demostrarse en el tiempo que consideramos apropiado. La gente abandona frecuentemente su búsqueda en este campo de conocimiento porque carece de la necesaria perseverancia o su interés se trasfiere a otra parte. Sin embargo, estamos determinados a seguir adelante con nuestra investigación y dar tiempo a las antiguas técnicas y fórmulas para que se demuestren por sí mismas. Cumpliremos los primeros requisitos y trataremos de que nuestra vida sea influida por una actitud mental más concentrada, y practicar la meditación y concentración diariamente. Si somos principiantes, o estamos en posesión de una mente desorganizada, fluídica, versátil e inestable, empezamos por practicar la concentración. Si somos intelectuales entrenados, sólo necesitamos reorientar la mente hacia un nuevo campo de percepción y empezar verdaderamente a meditar. Es fácil enseñar meditación al ejecutivo de negocios interesado.

Luego se intenta el trabajo regular de meditación y se fija cada día un determinado momento para ello. Al principio quince minutos son suficientes, y no debería intentarse más durante un año como mínimo. Si alguien adujera no ser capaz de encontrar quince minutos de los mil cuatrocientos cuarenta que constituyen un día, ¿no podría decirse en verdad que no está interesado? Siempre pueden hallarse quince minutos, si la voluntad está del lado del esfuerzo; siempre es posible levantarse quince minutos más temprano cada mañana, o prescindir del cotilleo matinal con la familia, o quitarle el tiempo a un libro, al cine, o a otro cotilleo más tarde durante el día. Seamos honestos con nosotros mismos, y reconozcamos las cosas tal cual son. La excusa “no tengo tiempo” es completamente vana, e indica simplemente falta de interés. Consideremos ahora las reglas sobre las cuales procederemos.

Ante todo, procuraremos hallar tiempo por la mañana temprano para nuestro trabajo de meditación. La razón estriba en que después de haber participado en los acontecimientos del día y en el general toma y daca de la vida, la mente está en un estado de violenta vibración, lo cual no sucede si la meditación es la primera práctica de la mañana. Entonces la mente está relativamente aquietada y puede sintonizársela más rápidamente con los estados superiores de conciencia. Si iniciamos el día enfocando nuestra atención en cosas espirituales y cuestiones del alma, vivimos el día de diferente manera. Si esto se convierte en un hábito, pronto descubriremos que cambian nuestras reacciones a las incidencias de la vida y que estamos comenzando a pensar los pensamientos que el alma piensa. Entonces llega a ser el proceso de la actuación de una ley, porque “como un hombre piensa, así es él”.

Luego trataremos de buscar un lugar realmente tranquilo y libre de intromisiones. No quiero decir tranquilo en el sentido de que no haya ruido, porque el mundo está lleno de sonidos y a medida que nuestra sensibilidad aumenta somos propensos a descubrirlo más lleno de lo que pensábamos, sino libre de acercamiento personal y de las demandas de otras personas. Quisiera indicar una actitud que todo principiante debería asumir. Es la actitud de silencio. Los aspirantes a la meditación hablan mucho de la oposición que encuentran por parte de la familia y los amigos; el marido objeta que su mujer medita, o viceversa; los hijos despreocupados o desconsiderados interrumpen las devociones de los padres; los amigos no simpatizan con el intento. En la mayoría de los casos es culpa del aspirante mismo, y a este respecto las mujeres son los peores infractores. La gente habla demasiado. A nadie le importa qué hacemos durante quince minutos de nuestro tiempo cada mañana y no es necesario hablar de ello a la familia, ni exigirles estar quietos porque queremos meditar. Inevitablemente esto evocará una reacción contraria. Por lo tanto no divulguemos el método de desarrollar la conciencia espiritual, pues es un asunto exclusivamente nuestro. Guardemos silencio sobre lo que hacemos; no dejemos libros ni escritos en cualquier parte, tampoco diseminemos por la casa literatura que no interesa en lo más mínimo al resto de la familia. Si es imposible tener un momento para meditar antes de que la familia se disperse para los quehaceres del día, o antes de iniciar nuestra tarea, busquemos el momento propicio durante el día. Siempre hay una salida para cualquier dificultad si lo deseamos suficientemente, y una salida que no implica eludir deberes u obligaciones. Simplemente implica organización y silencio.

Encontrado el momento y el lugar, nos sentaremos cómodamente y empezaremos a meditar. Entonces surge la pregunta: ¿cómo debemos sentarnos? ¿Las piernas cruzadas es la mejor postura, o debemos arrodillarnos, sentarnos o permanecer de pie? La posición más fácil y más normal es siempre la mejor. La postura de piernas cruzadas ha sido, y aún es, muy utilizada en Oriente, y se han escrito muchos libros sobre posturas, de las cuales hay aproximadamente ochenta. Pero porque se haya hecho en el pasado, y en Oriente, no indica que sea la mejor para nosotros en la actualidad y en Occidente. Estas posturas son los resabios de una época en que la raza era entrenada sicológica y emocionalmente, y se parece mucho a la disciplina que se le impone a un niño cuando se lo manda a un rincón y se le ordena quedarse quieto. Algunas de las posturas tienen relación también con el organismo nervioso y con esa interna estructura de finos nervios que los hindúes denominan nadis, que subyace en el sistema nervioso tal como se lo reconoce en Occidente.

El inconveniente con tales posturas es que conducen a dos reacciones bastante indeseables; conducen al hombre a concentrar la mente en la mecánica del proceso y no en su finalidad, y segundo, con frecuencia conducen a un agradable sentido de superioridad, basado en nuestro intento por hacer algo que la mayoría no hace, y que nos distingue como potenciales conocedores. Nos absorbe el aspecto forma de la meditación y no el Originador de la forma. Nos preocupamos del No-yo en lugar del Yo. Elijamos esa postura que más fácilmente nos haga olvidar que tenemos un cuerpo físico. Para el occidental probablemente la mejor postura es estar sentado: lo importante es que nos sentemos erguidos, con la columna vertebral en línea recta, relajados (sin dejarse caer) para que no haya tensión en ninguna parte del cuerpo, bajando la barbilla parcialmente a fin de eliminar toda tensión en la nuca. Hay personas que cuando meditan sentadas, miran el techo con los ojos firmemente cerrados, como si el alma estuviera allí; lucen como si se hubieran tragado el atizador, y sus dientes están fuertemente apretados (quizás para impedir que se les escapen palabras inspiradas llegadas del alma). Todo el cuerpo está tenso y rígido. Estas personas se sorprenden cuando nada ocurre, excepto fatiga y dolor de cabeza. El retiro de la conciencia de los conductos de los sentidos no implica el retiro de la sangre del cuerpo a la cabeza, ni el aceleramiento sin control de las reacciones nerviosas. La meditación es un acto interior, y sólo se practica con éxito cuando el cuerpo está relajado, correctamente equilibrado y luego olvidado.

Las manos deben estar entrelazadas en el regazo y los pies cruzados. Si el científico occidental está en lo cierto cuando nos dice que el cuerpo humano es en realidad una batería eléctrica, entonces quizás su hermano oriental esté también en lo cierto cuando afirma que en la meditación hay una unión de energía negativa y positiva, y que por este medio producimos la luz en la cabeza. En consecuencia, es prudente cerrar el circuito.

Obtenida la comodidad física y el relajamiento, y habiéndonos retirado de la conciencia del cuerpo, observamos a continuación nuestra respiración y verificamos si es tranquila, pareja y rítmica. Aquí quisiera hacer una advertencia acerca de la práctica de ejercicios respiratorios, excepto por quienes primeramente han dedicado años a la correcta meditación y a la purificación de la naturaleza corpórea. Donde no haya experiencia y pureza, la práctica de ejercicios respiratorios conlleva verdaderos peligros. Nunca se hace resaltar esto suficientemente. Hoy hay muchas escuelas dando instrucción sobre respiración y muchos exponentes de la respiración como un medio para el desarrollo espiritual. Esto nada tiene que ver con el desarrollo espiritual. Tiene mucho que ver con el desarrollo síquico, y su práctica conduce a mucha dificultad y peligro.

Extraído de: “Del Intelecto a la Intuición”, Alice Ann Bailey.