Los Objetivos en la Meditación – Tercera Parte

Podemos definir también la meditación como el método por el cual el hombre alcanza la gloria del yo develado, mediante el proceso de rechazar una forma tras otra. La educación no es exclusivamente tarea de las escuelas y universidades. La más grande escuela es la experiencia de la vida y las mejores lecciones son las que aprendemos por nosotros mismos, identificándonos con una sucesión de formas; formas de placer, de los seres amados, de deseos y de conocimiento, ¡la enumeración es interminable! Pero sólo son sustitutos que creamos y establecemos como objeto de adoración, o esas ideas de la felicidad y la verdad que otros formularon y vamos incesantemente tras ellas, sólo para descubrir que se desvanecen en la niebla ante nuestros cansados ojos. Buscamos satisfacciones en todo tipo de fenómeno, sólo para hallar que se convierten en polvo y ceniza, hasta que alcanzamos ese algo (intangible y sin embargo infinitamente real) que les dio existencia. Quien ve todas las formas como símbolos de la Realidad está cerca del yo sin velos. Para lograrlo es necesaria la captación mental y una intuición guiada. Posiblemente Sir James Jeans tuvo una vislumbre de esto cuando dijo:

“Los fenómenos llegan disfrazados en su armazón de tiempo y espacio; son mensajes cifrados cuya significación final no entendemos hasta haber descubierto la forma de descifrarlos, despojados también de sus envolturas de tiempo y espacio.”

El hombre es un punto de luz divina oculto dentro de varias envolturas, como una luz está oculta dentro de un farol. Este farol puede estar apagado y oscuro, o encendido y radiante. Puede ser o una brillante luz ante los ojos de los hombres, o una cosa oculta y por lo tanto de ninguna utilidad para otros. En los Aforismos de Yoga de Patanjali, libro de texto básico para la meditación, del cual mi libro La Luz del Alma es una paráfrasis y comentario, se asegura que por medio de la correcta disciplina y meditación “aquello que oscurece la luz desaparece gradualmente”… En algún momento en la historia de cada ser humano llega una crisis decisiva cuando la luz debe ser percibida, a través de una inteligencia correctamente utilizada, estableciéndose así el inevitable contacto con lo Divino. Esto lo hace resaltar Patanjali cuando dice: “La trasferencia de la conciencia, de un vehículo inferior a otro superior, es parte del gran proceso creador y evolutivo”. Lenta y gradualmente, el conocimiento directo se hace posible y la gloria que está oculta detrás de toda forma puede ser revelada. El secreto está en saber cuándo ha llegado este momento y aprovechar la oportunidad. Meister Eckhart dice:

“Si el alma estuviera despojada de todas sus envolturas, Dios aparecería ante su vista sin envolturas, y se entregaría a ella sin reserva alguna. Mientras el alma no se haya despojado de sus velos, por muy sutiles que sean, es incapaz de ver a Dios.”

Así enseñan Oriente y Occidente la misma idea, con los mismos símbolos.

La meditación es, en consecuencia, un proceso ordenado por el cual el hombre descubre a Dios. Es un sistema bien probado y constantemente empleado que invariablemente revela lo divino. Las palabras importantes aquí son: “proceso ordenado”. Hay ciertas reglas que seguir, ciertos pasos precisos que dar y ciertas etapas de desenvolvimiento que experimentar, antes de que el hombre pueda cosechar el fruto de la meditación. Es una parte del proceso evolutivo, según hemos visto, y como todo lo demás en la naturaleza es lento pero seguro, e infalible en sus resultados.

No hay desengaños para el hombre que está dispuesto a obedecer las reglas y trabaja de acuerdo a un sistema. La meditación exige autocontrol en todas las cosas, y a no ser que la práctica de la meditación vaya acompañada de otros requisitos del “proceso ordenado” (tales como autocontrol y servicio activo) fallará en su finalidad. El fanatismo no es necesario. Esto aparece bien claro en el Bhagavad Gita:

“No hay meditación para el hombre que come poco ni para el que come mucho; para el que duerme excesivamente o demasiado poco. Pero aquel que es frugal en el alimento y ordenado en el trabajo, en el sueño y en el despertar, la meditación llega a ser el destructor de todo sufrimiento.”

La meditación puede ser considerada correctamente como parte del proceso natural que hasta ahora ha conducido al hombre por el sendero de la evolución, desde una etapa muy cercana a la del animal, a la etapa de realización mental, de logro científico y de divino descontento. Este centro de conciencia cambia constantemente, y la atención se ha enfocado continuamente en un campo de contactos cada vez más amplio. El hombre ha pasado ya del estado puramente animal y físico del ser, a una percepción intensamente sensoria y emotiva. En esta etapa se encuentran millones de personas, y tantos otros progresan hacia una esfera más elevada de concienciación que denominamos esfera de la mente. Otro grupo, mucho menos numeroso, está pasando a una esfera donde un campo universal de contactos deviene posible. A estos los denominamos los Conocedores de la raza. A través de todos los métodos empleados corre el hilo de oro del propósito divino, y la meditación es el medio por el cual la conciencia humana es trasferida al conocimiento del alma y a la percepción de la misma.

A través de la meditación, el conocimiento espiritual se desarrolla dentro de la mente, y partiendo de la base del conocimiento común, constantemente expandimos nuestra comprensión del término, hasta que el conocimiento se fusiona en sabiduría. Esto es conocimiento directo de Dios por medio de la facultad mental, de manera que devenimos lo que somos, y se nos posibilita manifestar nuestra naturaleza divina.

Por medio de las etapas ordenadas del proceso de la meditación se establece gradual y firmemente una relación entre el alma y su instrumento, hasta llegado el momento en que son literalmente uno… El entero objeto de la ciencia de la meditación es, por lo tanto, permitir al hombre ser en la manifestación externa lo que es en la realidad interna, e identificarse con su aspecto alma y no simplemente con sus características inferiores. Es un proceso rápido para el desenvolvimiento de la conciencia razonadora, pero en este caso debe ser autoaplicado y autoiniciado. A través de la meditación, la mente es utilizada como un instrumento para observar los estados eternos, y con el tiempo se convierte en un instrumento para la iluminación, por cuyo medio el alma o Yo trasmite conocimiento al cerebro físico.

Extraído de: “Del Intelecto a la Intuición”, Alice Ann Bailey.