Los Objetivos en la Meditación – Segunda Parte

Hemos tocado el punto en que la meditación es un proceso por el cual la mente se reorienta hacia la Realidad y que, correctamente empleada, puede llevar al hombre a otro reino de la naturaleza, a otro estado de conciencia y del Ser y a otra dimensión. La meta de la realización se traslada a esferas más elevadas del pensamiento y conocimiento. ¿Cuáles son los indudables resultados de esta reorientación?

Ante todo diremos que la meditación es la ciencia que permite llegar a la experiencia directa de Dios. Aquello en que vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser, deja de ser el objeto de la aspiración, o el símbolo, para nosotros, de una posibilidad divina. Conocemos a Dios como la Causa Eterna y la fuente de todo cuanto existe, incluso nosotros mismos. Reconocemos al Todo. Llegamos a ser uno con Dios cuando llegamos a ser uno con nuestra propia alma inmortal, y al producirse este grandioso acontecimiento descubrimos que la conciencia del alma individual es la conciencia del todo, y que la separatividad y división, las diferencias y conceptos de yo y tú, de Dios y de un hijo de Dios, se han desvanecido en el conocimiento y realización de la unidad. El dualismo ha cedido su lugar a la unidad. Es el Camino de la Unión. La Personalidad integrada ha sido trascendida mediante un ordenado proceso de desenvolvimiento del alma, y se ha producido un consciente aunamiento entre el yo inferior o personal y el yo superior o divino. Esta dualidad debe ser primero comprendida, luego trascendida, antes de que en la conciencia del hombre el verdadero yo se convierta en el Yo supremo. Se ha dicho que las dos partes del hombre no han tenido nada en común durante largas edades; estas dos partes son el alma espiritual y la naturaleza forma, pero están unidas eternamente (y aquí está la solución del problema del hombre) por el principio mente. En el antiguo libro hindú, El Bhagavad Gita, se encuentran estas significativas palabras:

“El Yo es el amigo del yo para aquel en quien el yo inferior ha sido conquistado por el yo superior; pero para aquel que está alejado del yo superior, su propio yo inferior le es hostil como un enemigo.”

y san Pablo dice prácticamente lo mismo en su desesperado lamento:

“Porque sé que en mí (es decir, en mi carne) nada bueno mora, porque el querer está en mí; pero no encuentro cómo hacer el bien… Porque al seguir al hombre interno me deleito en la ley de Dios. Pero veo otra ley en mis miembros que se rebela contra la ley de mi mente y me conduce cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. Desdichado de mí ¡Quién me liberará! (el Yo real) de este cuerpo de muerte.”

Este Yo real es Dios, Dios Triunfante, Dios Creador, Dios Salvador del hombre. Según las palabras de san Pablo, “Cristo en nosotros, esperanza de gloria”. Esto se convierte en un hecho en nuestra conciencia y no simplemente en una esperada teoría.

La meditación hace que nuestras creencias se trasformen en hechos comprobados y nuestras teorías en experiencias probadas. La afirmación de san Pablo no es más que un concepto y una mera posibilidad hasta que, por medio de la meditación, se evoca la vida crística y se convierte en factor dominante en la vida diaria. Al hablar de nosotros decimos que somos divinos e hijos de Dios. Sabemos que algunos demostraron su divinidad al mundo, y se hallan al frente de la humanidad, y testimonian facultades que están más allá de nuestro alcance. Somos conscientes internamente de anhelos que nos impelen hacia el conocimiento, y de impulsos internos que han forzado a la humanidad a ascender la escala de la evolución hasta la etapa actual que denominamos seres humanos educados. Un anhelo divino nos ha impulsado adelante desde la etapa de los moradores de las cavernas hasta nuestra civilización moderna. Sobre todo, somos conscientes de quienes poseen o pretenden poseer una visión de cosas celestiales que ansiamos compartir, y de quienes dan testimonio de la existencia de un camino directo hacia el centro de la Realidad divina y piden que lo sigamos. Se dice que es posible tener experiencia directa, y la tónica de la época moderna puede resumirse en las palabras: “De la autoridad a la experiencia”. ¿Cómo podemos saber? ¿Cómo tener esta experiencia directa, sin la intromisión de un intermediario? La respuesta es que existe un método que ha sido seguido por incontables miles de personas y un procedimiento científico que ha sido formulado y seguido por pensadores de todas las épocas, y mediante el cual se vuelven conocedores.

Los hombres en todas partes están, si sólo lo supieran, siempre en un estado de meditación inconsciente, soñando cosas mejores, luchando por beneficios materiales deseados, anhelando eso que está más allá de su posesión actual y su consecución actual y, en muchos casos, incluso su visión. Todos estos deseos, anhelos, ansias, visiones y sueños son los “ingredientes” de la meditación enfocada que algún día conocerán; son los primeros resultados que producen éxito en los tres mundos y que al fin conducen a una personalidad integrada, lista para apreciar los aspectos superiores de meditación cuando concentración sobre el éxito y los beneficios materiales mundanos haya demostrado que ya no es atractiva. Eso que ellos, a través de concentración meditativa, han logrado crear ya no satisface; su meditación se desplaza entonces a la creación de cosas superiores, al mundo de valores espirituales y de eso que cubrimos con el término fallido e inadecuado de “cielo”.

Vean, por lo tanto, cómo todo lo que es, es creado por meditación, por deseo fusionándose en pensamiento transitorio, y pensamiento transitorio deviniendo claro pensar y, al fin, pensamiento abstracto y trascendente. Concentración prolongada sobre alguna forma u otra deviene al fin meditación sobre eso que no es de la naturaleza de la forma; de allí pasa a esa contemplación que es la fuente de inspiración y de iluminación.

Rastreen estos conceptos que ustedes, quienes han estudiado la Ciencia de Meditación, saben que constituyen sus etapas reconocidas, y noten cómo cada etapa es de naturaleza creativa, cada etapa produce cambios creativos y que (en lo que a la humanidad concierne) el Cristo habló científicamente y también en un sentido planetario cuando dijo: “Como un hombre piensa en su corazón, así es él”.

Extraído de: “Discipulado en la Nueva Era, Tomo II” y Del Intelecto a la Intuición”, Alice Ann Bailey.