“Una idea es un Ser incorpóreo, que no tiene subsistencia propia, pero que da figura y forma a la materia amorfa y se convierte en la causa de la manifestación.”
Estas son palabras significativas que contienen mucha información para el estudiante de esta antigua técnica de la meditación.
Desde el punto de vista de la mente la finalidad de la meditación es alcanzar el mundo de las ideas; desde el ángulo del alma, es la identificación del alma individual con el mundo originador de todas las ideas. Mediante el control de la mente nos hacemos conscientes de las ideas que están detrás de nuestra evolución mundial y la manifestación (mediante la materia) de la forma que adoptan. Mediante la meditación establecemos contacto con una parte del Plan; vemos los anteproyectos del Gran Arquitecto del Universo, y se nos da la oportunidad de participar en su surgimiento a la existencia objetiva mediante nuestro contacto con las ideas que logramos contactar en meditación, y la correcta interpretación de las mismas.
Por lo tanto, es evidente cuán necesario es que el aspirante posea una mente bien entrenada y bien provista, si ha de interpretar con exactitud lo que ve; es evidente que debe ser capaz de formular con claridad los pensamientos con los que trata de revestir las ideas nebulosas, y sucesivamente, mediante su claro pensar, impresionar al cerebro expectante. Quizá sea verdad que “Dios” en muchos casos desarrolla Sus planes por medio de seres humanos, pero necesita agentes inteligentes; necesita hombres y mujeres que no sean más tontos que los elegidos por los líderes de la raza para participar en sus esfuerzos. Sólo amar a Dios no es suficiente por completo. Es un paso en la correcta dirección, pero la devoción sin buen juicio y cerebro conduce a mucha acción tonta y a mucho esfuerzo irreflexivo. Dios busca a quienes tienen mentes entrenadas y altamente desarrolladas, y cerebros finos (para actuar como registradores sensitivos de las impresiones superiores), a fin de que el trabajo pueda ser llevado adelante correctamente. Podría decirse que los santos y los místicos revelaron la naturaleza de la Vida divina y la cualidad de las ideas que rigen Sus actividades en el mundo fenoménico, y que a los conocedores del mundo y a los intelectuales de la raza les corresponde a su vez revelar al mundo el Plan sintético y el Propósito Divino. De este modo hallaremos el hilo de oro que nos sacará del laberinto de nuestra caótica condición mundial actual y nos llevará a la luz de la verdad y la comprensión.
Debemos recordar que vivimos en un mundo de energías y de fuerzas. El poder de la opinión pública (emocional como comúnmente es, y con frecuencia puesta en movimiento por algunas ideas básicas formuladas por pensadores —buenos, regulares y malos) es bien conocido, siendo una forma de energía que produce grandes resultados. El efecto devastador de la emoción incontrolada, por ejemplo, es igualmente bien conocido, y también una demostración de fuerza. La expresión, tan constantemente utilizada, “las fuerzas de la naturaleza”, demuestra que desde que el hombre empezó a pensar, supo que todo es energía. El científico nos dice que todo es una manifestación de energía. Nada hay sino energía, fluyendo a través de nosotros y obrando en nosotros, y en ella estamos inmersos. Se nos dice que todas las formas están compuestas de átomos, y los átomos son unidades de energía. En consecuencia el hombre mismo es energía, formado de unidades de energía, viviendo en un mundo similarmente constituido y trabajando con energía todo el tiempo.
La ley fundamental que gobierna todo trabajo de meditación es la que antiguamente formularon los videntes de la India hace siglos, “la energía sigue al pensamiento”. Desde el reino de las ideas (o de conocimiento del alma) fluye energía. La “opinión pública” del reino del alma se filtra poco a poco en las densas mentes de los hombres, y a ello pueden atribuirse todos los movimientos progresistas de la época actual, todas las organizaciones de bien común y mejoramiento grupal, todos los conceptos religiosos y todo conocimiento externo de las Causas que producen la objetividad. Tales ideas asumen ante todo una forma mental, y alguna mente las capta, medita sobre ellas o las trasmite a algún grupo de pensadores, y el trabajo de “pensar en profundidad” sigue adelante. Comienza entonces a penetrar el deseo y tenemos una reacción emocional hacia los pensamientos evocados por las ideas, y va construyéndose gradualmente la forma. Así continúa el trabajo, y la energía del alma y de la mente y de la naturaleza de deseo se correlacionan con la energía de la materia, y viene a la existencia una forma definida. Puede afirmarse que toda forma, ya sea la de una máquina, un orden social o un sistema solar, es la materialización del pensamiento de algún pensador o grupo de pensadores. Es un tipo de trabajo creador, y las mismas leyes que han intervenido para que surja a la existencia rige todo el proceso, y el trabajo ha sido concentrado con una energía de determinado tipo. El estudiante de meditación debe, por lo tanto, recordar que siempre está trabajando con energías, y que estas energías que varían tendrán un efecto definido sobre las energías de que él mismo está compuesto (si se permite esta expresión).
Será evidente, en consecuencia, que el hombre que está aprendiendo a meditar debe procurar realizar dos cosas:
Primero: debe aprender a “traer” a sumente y luego interpretar correctamente aquello que ha visto y con lo cual se ha puesto en contacto, y luego trasmitirlo con exactitud y precisión al atento e impresionable cerebro. Así el hombre, en su despierta conciencia física, percibe las cosas del Reino de Dios.
Segundo: debe aprender la naturaleza de las energías con las que hace contacto y entrenarse para utilizarlas correctamente. Podría darse un ejemplo práctico universalmente reconocido. Cuando nos sentimos arrastrados por la ira o la irritabilidad, instintivamente empezamos a gritar. ¿Por qué? Porque la energía emocional nos domina. Aprendiendo a controlar la energía de la palabra hablada, empezamos a dominar este tipo particular de energía emocional.
En estas dos ideas de correcta interpretación y correcta trasmisión, y de correcto empleo de la energía, se resume todo el trabajo de meditación. Se evidencia también el problema que enfrenta el estudiante y por qué todos los instructores sabios de la técnica de meditación trasmiten a sus discípulos la necesidad de proceder despacio y con cuidado.
Es esencial comprender que la meditación puede resultar una práctica muy peligrosa, causar al individuo serias dificultades, resultar destructiva y desorganizadora, ser más perjudicial que beneficiosa y llevar al individuo a la catástrofe si entra en el Camino del Conocedor sin la adecuada comprensión de lo que está haciendo y adónde lo llevará. Al mismo tiempo puede ser, por cierto, el “trabajo de salvación” y conducir a un hombre fuera de todas sus dificultades; puede ser constructiva y liberadora, y guiarlo mediante correctos y sensatos métodos por la senda que conduce de la oscuridad a la luz, de la muerte a la inmortalidad y de lo irreal a lo Real. Podría ser de utilidad considerar estos dos puntos un poco más detenidamente.
Hemos visto que la profunda necesidad del aspirante es ver que tiene éxito en traer con exactitud a la conciencia del cerebro físico los fenómenos del mundo espiritual con los cuales pueda haber logrado ponerse en contacto. Sin embargo, es probable que trascurra mucho tiempo antes de poder penetrar en tal mundo. Por lo tanto debe aprender a discriminar entre los campos de percepción que se le puedan abrir a medida que se hace más sensible y conocer el carácter de lo que ve y oye.
El punto que todo estudiante de meditación debe recordar es que todo conocimiento e instrucción es trasmitido a la mente y al cerebro por la propia alma del hombre, la cual ilumina su camino. Los Instructores y Maestros de la raza trabajan por medio de las almas. Nunca se reiterará esto suficientemente. El primer deber de cada aspirante debería ser ejecutar perfectamente la meditación, el servicio y la disciplina, y no establecer contacto con alguna gran Alma. Quizás sea menos interesante, pero lo protege de la ilusión. Si lo hace, los resultados elevados se manifestarán por sí mismos.
Extraído de: “Del Intelecto a la Intuición”, Alice Ann Bailey.