“Dicen los filósofos que el alma tiene dos caras, la superior contempla siempre a Dios, la inferior mira hacia abajo e informa a los sentidos; el rostro superior, cúspide del alma, se halla en la eternidad y nada tiene que ver con el tiempo: nada sabe del tiempo ni del cuerpo.”
Meister Eckhart
Descubriéndose a sí mismo y comprendiendo su propia naturaleza, el hombre llega a ese centro dentro de sí mismo que es uno con todo cuanto existe; descubre que está dotado de un mecanismo que puede ponerlo en contacto con las manifestaciones diferenciadas, mediante las cuales la Deidad trata de expresarse. Posee un cuerpo vital que responde a la energía universal… El tema del cuerpo vital, su relación con esta energía universal y los siete puntos de contacto con el organismo físico son tratados en mi libro El Alma y Su Mecanismo, por lo tanto no me explayaré aquí, excepto trascribir un párrafo:
“Detrás del cuerpo objetivo existe una forma subjetiva, constituida por materia etérica, que actúa como conductor del principio vida de la energía, o prana. Este principio vital es el aspecto fuerza del alma y por medio del cuerpo etérico el alma anima a la forma, otorga sus cualidades y atributos peculiares, plasma en ella sus deseos y, finalmente, la dirige valiéndose de la actividad de la mente. Por medio del cerebro el alma energiza al cuerpo, impulsándolo a la actividad consciente (dirigida), y a través del corazón, la vida compenetra todas las partes del cuerpo.”
Existe además otro “cuerpo” compuesto por la suma total de todos los estados emocionales, sentimientos e inclinaciones, que reacciona al medio ambiente físico del hombre en respuesta a la información recibida por el cerebro por conducto de los cinco sentidos y trasmitida a él por el cuerpo vital, siendo así arrastrado a actividades de carácter puramente egoísta y personal, o puede entrenárselo para que reaccione fundamentalmente a la mente, considerándola (algo que raras veces ocurre) como intérprete del yo espiritual, el alma. Este cuerpo emocional, caracterizado por el sentimiento y el deseo, en la mayoría de los casos actúa más poderosamente sobre el cuerpo físico. Este último es considerado por el esoterista como un autómata, impulsado a la acción por la naturaleza de deseo y energizado por la energía vital.
A medida que la raza progresa, viene a la existencia y entra en actividad otro cuerpo, el mental, el cual asume gradualmente el control activo y natural. Análogamente a los organismos físico y emocional, este mecanismo mental es al principio enteramente objetivo en su orientación, y entra en actividad debido a los impactos que le llegan del mundo externo por conducto de los sentidos. Llegando a ser cada vez más positivo, lenta y firmemente empieza a dominar los otros aspectos fenoménicos del hombre hasta que la personalidad, en sus cuatro aspectos, se completa y unifica como una entidad activa en el plano físico. Cuando esto ocurre se llega a una crisis y se hacen posibles nuevos desenvolvimientos y desarrollos.
Durante todo este tiempo las dos energías del alma, vida y mente, actuaron a través de los vehículos, sin que el hombre fuera consciente de su fuente o propósito. Como resultado de esta actividad es ahora un ser humano inteligente, activo y evolucionado. Pero, como Browning dice: “En el hombre íntegro comienza nuevamente la tendencia hacia Dios”, y es impelido por una inquietud divina hacia una percepción y contacto conscientes con su alma, factor invisible que presiente y del cual es personalmente inconsciente. Así comienza el proceso de la propia educación y la intensa investigación de su verdadera naturaleza. Su personalidad, hasta entonces orientada hacia el mundo de la vida física, emocional y mental, con la atención enfocada objetivamente, pasa por un proceso de reorientación y se dirige hacia dentro, al yo. Se enfoca subjetivamente y tiene por finalidad hacer surgir a la manifestación ese “ser más profundo” de que habla Keyserling. Se busca la unión consciente con el alma, pero no sólo desde el punto de vista emocional y sensorio del devoto y del místico. Se busca la experiencia directa, el conocimiento del Yo divino y la seguridad mental de la existencia del inmanente Hijo de Dios, lo cual se convierte en la meta de todo esfuerzo. Este no es el método del devoto místico que, por el amor impulsivo de su naturaleza emocional, ha buscado a Dios. Es el método del acercamiento intelectual y de la subordinación de la entera personalidad al impulso de dirigirse hacia las realidades espirituales. Todos los tipos puramente mentales y las personalidades verdaderamente coordinadas son místicos en el fondo, y pasaron por el período místico alguna vez o en alguna vida. A medida que el intelecto se afirma y la mente se desarrolla, este misticismo puede desvanecerse temporariamente en la penumbra y quedar por algún tiempo relegado al reino del subconsciente, pero, final e inevitablemente, se pone el énfasis sobre la voluntad de saber, y la vida (a la que no satisfacen los aspectos externos y visibles de la manifestación) es impulsada hacia el conocimiento del alma y a utilizar la mente en la comprensión de la verdad espiritual.
En este esfuerzo se unen la cabeza y el corazón. La mente y la razón pura se fusionan con el amor y la devoción, efectuándose un completo reajuste de la personalidad en una nueva esfera de percepción. Se registran nuevos estados de conciencia; se percibe gradualmente un nuevo mundo fenoménico, y el aspirante empieza a comprender que el foco de su vida, así como su conciencia, pueden elevarse por encima de su antiguo campo de esfuerzo… Persistentemente asume la actitud del alma hacia su instrumento, el cuerpo humano. Ya no se considera como un hombre, controlado por sus emociones, impelido por la energía y dirigido por su mente, sino que se sabe el Yo, pensando por medio de la mente, sintiendo por medio de las emociones y actuando conscientemente.
La humanidad, mediante sus vastos grupos de individuos educados y mentalmente enfocados, está preparada para asumir su autodeterminación y ser dirigida por el alma. Se puede ya emprender la cultura intensiva del individuo, tal como se enseña en el sistema oriental. La educación y reorientación del ser humano avanzado debe hallar su lugar en nuestro sistema de educación en masa. Por eso se aboga en este libro y por eso se ha escrito. ¿Cómo puede el hombre descubrir su alma o establecer el hecho de la existencia de esa alma? ¿Cómo puede el hombre reajustarse a las condiciones de la vida del alma y empezar a actuar consciente y simultáneamente como alma y como hombre? ¿Qué debe hacer para alcanzar la unión entre el alma y su instrumento, condición esencial para satisfacer el impulsivo anhelo de su naturaleza? ¿Cómo puede saber y no simplemente creer, esperar y aspirar?
La voz experimentada de la sabiduría oriental responde con una sola palabra: Meditación. Naturalmente surge la pregunta: “¿Es eso todo?” y la respuesta es: “Sí”. Cuando la meditación se practica correctamente y la perseverancia es la tónica de la vida, se establece creciente contacto con el alma. El resultado de este contacto se traduce en autodisciplina, en purificación y en una vida de aspiración y servicio. La meditación en sentido oriental, como veremos, es un proceso estrictamente mental, que conduce al conocimiento del alma y a la iluminación. Es un hecho en la naturaleza de que “como el hombre piensa, así es él”.
Extraído de: “Del Intelecto a la Intuición”, Alice Ann Bailey.