La iluminación es una etapa en el proceso de meditación, porque presupone cuidadoso control de la mente y un acercamiento científico al tema; es el resultado de un estado verdaderamente contemplativo y de contacto con el alma.
De acuerdo a los precursores en las esferas del alma, la iluminación sobreviene directamente en la etapa de la contemplación y puede decirse que a su vez produce tres efectos en el plano físico: un intelecto iluminado, una percepción intuitiva y una vida inspirada. Esta condición ha sido reconocida por todos los místicos y escritores dedicados al tema de la revelación mística. La idea de una Luz que penetra y brilla en nuestro camino, el simbolismo de la radiación intensa y enceguecedora que acompaña la fase del contacto divino, son de aplicación tan general que hemos llegado a considerarlos simplemente como algo formulado en fraseología mística, significando relativamente muy poco más que el intento del aspirante visionario de expresar en palabras las maravillas percibidas.
Sin embargo, cuando se investiga, se descubre que hay mucho significado en esta terminología especial y en estas frases simbólicas. La uniformidad del lenguaje, el testimonio de muchos miles de testigos honorables y la similitud de los sucesos relatados, parecen indicar un genuino acontecimiento fenoménico.
Aquí entra Oriente y expone el sistema por el cual puede obtenerse la iluminación, y también presenta a nuestra consideración un método y un proceso ordenados que llevan al hombre a la identificación con el alma. Este método presupone —como resultado de tal identificación y sus consecuentes efectos— una percepción iluminada y una aprehensión intuitiva de la verdad…
Por lo tanto, quizás es posible que cuando el Cristo recomendó a sus discípulos que “dejen brillar su luz”, de ninguna manera hablara en forma simbólica, sino que los exhortara a liberarse de la conciencia corpórea, a fin de que la luz del alma afluyera al cerebro a través de la mente para obtener esa iluminación que le permite al hombre exclamar: “En esa Luz veremos la luz”.
La verdadera iluminación se relaciona con el intelecto y debería estar —en su aspecto más puro— divorciada totalmente del sentimiento. Es una condición de conocimiento, es un estado donde la mente se pone en relación con Dios, y cuanto más tiempo pueda mantener esta condición libre de reacciones emocionales, más directa será la comunicación entre el alma y su instrumento y más puras las verdades impartidas.
El sentimiento personal es desechado. El aspirante domina la mente y la mantiene firme en la luz, entonces, ve y conoce. A esto sigue la etapa de iluminación.
En el hombre verdaderamente iluminado tenemos esa rara combinación del místico y el conocedor, el efecto resultante de métodos místicos de Oriente y Occidente y la unión de la cabeza y el corazón, de amor e intelecto. Esto produce lo que en Oriente se denomina el Yogui (el conocedor de la unión) y, en Occidente, se lo califica de místico práctico —nuestro poco satisfactorio modo de designaral místico que ha combinado el intelecto con la naturaleza sensoria y es, por lo tanto, un ser humano coordinado —con cerebro, mente y alma funcionando con la más perfecta unidad y síntesis.
El efecto sobre la mente es la captación directa de la verdad y la comprensión directa de un conocimiento tan vasto y sintético que lo abarcamos en el nebuloso término de Mente Universal.
Primero veremos la reacción mental. ¿Qué es esa cosa misteriosa denominada intuición? Resulta interesante observar que este término ha sido totalmente ignorado en algunos libros de sicología, e ignorado frecuentemente por los más grandes hombres en este campo. La intuición no ha sido reconocida. Podemos definirla como captación directa de la verdad, aparte de la facultad razonadora o de cualquier otro proceso del intelecto. Es el surgimiento en la conciencia de alguna verdad o belleza nunca sentida. No procede de la subconciencia o de la memoria racial o individual acumulada, sino que desciende directamente a la mente desde la superconciencia o alma omnisciente. Se la reconoce inmediatamente como verdad infalible, y no despierta duda alguna. Todas las soluciones repentinas de problemas aparentemente insolubles o abstrusos, y algunas de las grandes invenciones revolucionarias, caen dentro de esta categoría.
“… esta iluminada captación de las cosas, esta purificación de las puertas de la percepción, es, seguramente, lo que podemos esperar que ocurra a medida que el hombre avanza hacia más elevados centros de conciencia. Su inteligencia superficial purificada de la dominación de los sentidos, es invadida cada vez más por la personalidad trascendente, el ‘Nuevo Hombre’, quien por naturaleza es un habitante del mundo espiritual independiente, y cuyo destino, en lenguaje místico, es un ‘retorno a su Origen’. De allí una afluencia de nueva vitalidad, ampliados poderes de visión, una enorme exaltación de sus poderes intuitivos.”
Este acceso inmediato a la Verdad es el destino final de todos los seres humanos, y probablemente algún día la mente misma quede bajo el umbral de la conciencia, así como se encuentran hoy los instintos. Entonces actuaremos en la esfera de la intuición y hablaremos en términos de intuición con tanta facilidad como ahora hablamos en términos de la mente y tratamos de actuar como seres mentales.
La situación es, por lo tanto, la siguiente: la mente recibe la iluminación del alma, en la forma de ideas arrojadas en ella, o de intuiciones que imparten conocimiento exacto y directo, porque la intuición es siempre infalible. Este proceso es, a su vez, repetido por la mente activa, que inculca en el cerebro receptivo las intuiciones y el conocimiento trasmitido por el alma. Cuando esto se efectúa automáticamente y con exactitud, tenemos al hombre iluminado, al sabio.
La segunda actividad a que la mente responde como resultado de la iluminación es la telepatía… Esta comunicación telepática no se ha de confundir con la mediumnidad, o con la masa de escritos llamados inspirados que inunda actualmente el mundo. La mayoría de estas comunicaciones son de carácter mediocre y no traen nada nuevo, ni tienen mensaje alguno que conduzca al hombre a dar un paso adelante hacia la Nueva Era, o guíe sus pasos a medida que asciende la escala hacia los Lugares Celestiales. El extraer de lo subconsciente y las enunciaciones de una buena mentalidad de calidad elevada, darán la explicación del noventa y ocho por ciento del material que ahora aparece. Indican que el hombre ha realizado mucho y que está coordinándose. No indican que esté funcionando la intuición ni la actividad de la facultad de telepatía espiritual… Debe mantenerse la línea divisoria entre las expresiones inspiradas por un alma en contacto con la Realidad y con otras almas, y las trivialidades de una mentalidad agradable y cultivada.
Aún debe investigarse mucho en esta dirección y contrarrestar la gran reticencia y los prejuicios. Muchos comienzan a registrar sus experiencias y ellos no son los sicópatas de la raza, sino trabajadores serios y acreditados en los diversos campos del esfuerzo humano. Quizá no pase mucho tiempo antes de que el hecho de la iluminación sea reconocido como un proceso natural, y la luz en la cabeza sea considerada como indicio de cierta definida etapa de coordinación e interacción entre el alma, el hombre espiritual, y el hombre en el plano físico. Cuando esto suceda, nuestra evolución humana habrá llegado al punto en que el instinto, el intelecto y la intuición puedan ser empleados a voluntad por el hombre entrenado y cabalmente educado, y proyectarse “la luz del alma” sobre cualquier problema. Así se manifestará en la Tierra la omnisciencia del alma.
Extraído de: “Del Intelecto a la Intuición”, Alice Bailey.