Etapas en la Meditación – Segunda Parte: Meditación

Permítanme hacer hincapié sobre la necesidad de una actitud constantemente concentrada hacia la vida. El secreto del éxito puede expresarse en estas simples palabras: ¡Presten atención! Al hablar con las personas, leer un libro o escribir una carta, enfoquen firmemente los pensamientos en lo que hacen y gradualmente desarrollarán la capacidad de concentrarse.

A esta actitud cultivada debe agregársele definidos ejercicios de concentración, practicados diariamente con perseverancia. Esto consiste en fijar la mente en un objeto determinado, o tema elegido de reflexión. Le sigue el proceso de aprender, constante y serenamente, a abstraer la conciencia del mundo externo y de las condiciones exotéricas, y enfocarla a voluntad sobre cualquier tema.

La práctica regular y constante de la concentración diaria, gradualmente supera la dificultad que presenta el control y produce resultados que podrían enumerarse como sigue:

  1. Reorganizar la mente.
  2. Polarizar al individuo en el vehículo mental en lugar del emocional.
  3. Apartar la atención de las percepciones sensorias, aprendiendo a centrarse en el cerebro. La mayoría de las personas, igual que los animales, utilizan el plexo solar.
  4. Desarrollar la facultad de concentrarse instantáneamente, como preliminar de la meditación.
  5. Permitir el enfoque de la atención indesviablemente sobre cualquier pensamiento simiente elegido.

Un acto de concentración prolongada ofrece oportunidad a la mente para actuar sobre cualquier objeto dentro del círculo-no-se-pasa de la zona elegida. La elección de una palabra o de una frase como tema de meditación, establece este círculo-no-se-pasa, y si la meditación está bien dirigida la mente nunca se aparta del tema elegido, se mantiene enfocada y continuamente activa durante todo el período de meditación. Además, no debe permitirse a la mente hacer lo que le plazca con el tema o pensamiento simiente. Durante la concentración, el que medita debe estar en todo momento consciente de que utiliza su mente. Durante la meditación, desaparece la conciencia de que se está utilizando la mente, pero no se debe soñar despierto ni seguir el hilo de las ideas relacionadas con el tema, surgidas al azar. El pensamiento simiente se elige con un propósito —sea por su efecto sobre quien medita o por su efecto, en servicio, sobre alguna otra persona o en relación con alguna obra espiritual, o en alguna fase de la búsqueda de la sabiduría. Si el proceso tiene éxito, produce en quien medita poca o ninguna reacción, sea ésta placentera o no. Si se trascienden las reacciones emocionales, la mente, por propio derecho, puede actuar libremente. El resultado es una claridad mental nunca lograda anteriormente, porque la actividad común de la mente está siempre asociada a algún deseo, o es afectada por éste. En tal estado de conciencia se trasciende el deseo, así como más adelante se trasciende el pensamiento en la etapa de contemplación. Cuando la mente se aturde hasta la inacción por inhibición o persistentes repeticiones, no puede ser trascendida en la contemplación, ni utilizada en la meditación. La práctica de dejar la mente en blanco no sólo es tonta, sino realmente peligrosa.

La meditación es una actividad muy intensa y, como se verá, están implicados los cinco factores mencionados. El instrumento material a emplearse en la meditación es el cerebro físico. Muchos creen que deben trascender el cerebro, alcanzar una gran altura y quedarse en el pináculo de algún pensamiento hasta que suceda algo trascendental, y poder decir entonces que conocen a Dios. Lo que realmente se necesita controlar son los procesos mentales y cerebrales, para convertir al cerebro en un receptor sensible a los pensamientos y deseos del alma, el Yo Superior, a medida que Él los trasmite por conducto de la mente, considerando a ésta como un sexto sentido y al cerebro como placa receptora. Utilizamos los cinco sentidos como avenidas de percepción que telegrafían constantemente información al cerebro, por cuyo intermedio el hombre tiene a su disposición informes sobre cinco vastos campos de conocimiento o cinco escalas de vibración. Se trata ahora de que la mente sirva un objetivo similar.

Valiéndose de la mente como instrumento dirigido, el alma puede manipular los impulsos o corrientes de pensamiento. Estas fuerzas fluyen en el campo de la experiencia del Pensador y él debe aprender a dirigirlas conscientemente y a trabajar con ellas, a fin de producir el resultado deseado.

Debe alcanzarse cierta etapa de desarrollo evolutivo, antes de poder en verdad meditar, haber hecho cierto trabajo y alcanzado cierto refinamiento en nuestro instrumento, antes de poder meditar inteligentemente sin peligro. No todos están equipados para meditar y obtener éxito, lo cual no debe desalentar aningún estudiante. Siempre se puede empezar y preparar sólidos cimientos. Puede comenzarse a controlar los procesos mentales y llevarlos a un elevado punto de realización, haciendo posible que el alma disponga de un mecanismo mental para ser utilizado. Se ha estudiado la naturaleza física o forma reaccionando a las tres etapas de la meditación, pero reaccionando de manera unificada, y se ha considerado la cualidad que la anima y el móvil o causa de la manifestación de la forma. Al mismo tiempo se ha producido una concentración cada vez más profunda, y una meditación más intensa. La atención se ha dirigido cada vez más hacia adentro y se ha prescindido de lo externo. Todo esto no se ha logrado mediante una actitud pasiva, sino por el más agudo y vital interés. La meditación ha sido positiva en su método y no ha llevado a una condición negativa o de trance. La mente ha estado ocupada todo el tiempo, pero en una sola dirección.

Finalmente, llega la etapa denominada bienaventuranza, o identificación. La conciencia ya no se enfoca en el intelecto, se identifica con el objeto de la meditación. Esto lo consideraremos más adelante.

Todas las formas son símbolos de una vida que mora internamente, y a través de la meditación con simiente llegamos al aspecto vida.

Este proceso de llegar a la realidad tras todas y cada una de las formas, es el resultado de la meditación con simiente. Implica la comprensión de los tres aspectos de la Vida divina. Por eso se recomienda a los estudiantes que, para la meditación, tomen algunas palabras específicas o un versículo de algún libro sagrado, a fin de desarrollar el poder de llegar detrás de la forma de las palabras y alcanzar su verdadero significado.

Hemos penetrado en el mundo de las causas; ahora debemos tratar de captar el Plan tal como existe en la Mente de Dios y como lo expresa el amor que emana del Corazón de Dios. ¿Es posible para las mentes humanas llegar más allá del amor y voluntad de Dios? Justamente aquí es donde se establece contacto con la Divinidad. La mente cesa de actuar y el verdadero estudiante de meditación se desliza hacia un estado de identificación consciente con esa realidad espiritual que denominamos el Cristo interno, el Alma divina. El hombre, en este punto, penetra en Dios.

Extraído de: “Del Intelecto a la Intuición”, Alice Ann Bailey.