El proceso de meditación se divide en cinco partes, cada una conduce sucesivamente a la otra. Tomaremos estas diversas etapas y las estudiaremos por separado, porque al dominarlas podemos seguir el ascenso constante del hombre espiritual consciente desde la esfera del sentimiento a la del conocimiento y, luego, de iluminación intuitiva. Estas etapas pueden ser brevemente enumeradas:
- Concentración. Es el acto de concentrar la mente, aprendiendo a enfocarla y así utilizarla.
- Meditación. El prolongado enfoque de la atención en una dirección cualquiera y el firme mantenimiento de la mente sobre cualquier idea deseada.
- Contemplación. Una actividad del alma, desapegada de la mente, la cual es mantenida en un estado de quietud.
- Iluminación. Es el resultado de los tres procesos anteriores, e involucra el hacer descender a la conciencia cerebral el conocimiento obtenido.
- Inspiración. El resultado de la iluminación, tal como se demuestra en la vida de servicio.
Estas cinco etapas, seguidas fielmente, conducen a la unión con el alma y al conocimiento directo de la divinidad. Para la mayoría de quienes emprendan el estudio de la meditación, la etapa que debe absorber su atención durante largo tiempo —prácticamente excluyendo a las demás— es la concentración, el control de los procesos mentales. Se supone que existe cierta medida de aspiración, de lo contrario no habría deseo de meditar. Sin embargo, debe señalarse que la aspiración no sirve de nada, salvo que esté apoyada por una fuerte voluntad, la aptitud para perseverar y la paciente persistencia.
En todas las escuelas de misticismo avanzado o intelectual, el primer paso necesario es alcanzar el dominio de la mente. Esto está en estricta conformidad con el método oriental, el cual busca que el hombre domine su mecanismo mental a fin de ser él quien lo emplee a voluntad, y no (como ocurre muchas veces) convertirse en la víctima de su mente, impelida por pensamientos e ideas sobre los cuales el hombre no tiene control, y a los cuales no puede eliminar, por fuerte que sea su deseo de hacerlo.
… Por lo tanto el primer paso es el dominio de la mente. Esto significa el poder de hacer que la mente haga lo que uno quiera, piense lo que uno decida y formule ideas y secuencias de pensamiento bajo dirección… Para algunos, es simplemente un término vago que significa aquello con lo cual registramos el pensamiento o respondemos a vibraciones, tales como las expresadas en la opinión pública y en los libros escritos en el trascurso de los siglos. Para el esoterista, es simplemente una palabra que representa un aspecto del hombre que responde en una sola dirección —al mundo externo del pensamiento y de los hechos—, pero que podría responder igualmente en otra dirección, es decir, al mundo de las energías sutiles y del ser espiritual. Mantendremos este último concepto al estudiar la técnica de la meditación.
Una de las funciones de la mente es revestir las ideas con palabras que expresen dichas ideas con claridad, sin embargo, ¡cuán pocas personas tienen ideas o pensamientos realmente inteligentes! Sus mentes responden a lo que les llega del mundo externo, pero no tienen actividades inherentes o autoiniciadas. Por lo tanto, el proceso que actualmente controla en el caso del hombre común, es desde el mundo externo hacia dentro, a través de los sentidos, al cerebro. El cerebro entonces “telegrafía” la información registrada a la mente, la cual a su vez la registra, y generalmente ahí termina el episodio.
Pero en el caso de los que verdaderamente piensan, ocurre algo más. Después del registro viene el análisis del incidente o información; se correlaciona con otros incidentes y se procede a un estudio de la causa y el efecto… En el caso del místico y del hombre que está comenzando a meditar se descubre algo más. Encuentra que la mente, adecuadamente dirigida y disciplinada, es capaz de más amplias y más profundas respuestas; que puede llegar a percatarse de ideas y conceptos que emanan de un reino profundamente espiritual y que son comunicados por el alma. En lugar de impresiones de la vida diaria externa registradas en la sensible placa receptora de la mente, pueden surgir desde los reinos del alma y causadas por la actividad de la propia alma de un hombre, o por otras almas con quienes su alma pueda estar en contacto.
Entonces la mente adquiere una nueva y renovada utilidad y su campo de contacto no sólo abarca el mundo de los hombres, sino también el de las almas. Su función es actuar como un intermediario entre el alma y el cerebro, y trasmitir a éste lo que el hombre como alma ha percibido. Ello es posible cuando las antiguas actividades mentales son reemplazadas por actividades superiores y cuando la mente es momentáneamente insensible a todas las impresiones externas. Sin embargo, esto no se obtiene empleando métodos para hacer a la mente pasiva y receptiva, ni por el sistema de dejar la mente en blanco, o aturdiéndola para hacerla negativa; tampoco por otras formas de autohipnotismo. Se produce por la fuerza expulsiva de un nuevo y más grande interés y por la centralizada atención de las facultades mentales enfocadas en un nuevo mundo de fenómenos y de fuerzas. Este es el sistema de concentración y el primero y más difícil paso hacia la iluminación de la vida.
“Concentración” implica la eliminación de todo lo externo o extraño al asunto en observación. Patanjali la define así: “La fijación de la conciencia perceptora a cierta región es atención o concentración”.
Concentración es el poder de enfocar la conciencia sobre un tema dado y mantenerla allí todo el tiempo deseado; es el método de percibir con exactitud y el poder de visualizar correctamente… Otra palabra para la concentración es atención, es decir, atención enfocada en una sola dirección.
Se preguntarán cuál es el método más fácil para aprender a concentrarse. Se podría responder con palabras del proverbio francés: “el mejor modo de eliminar es sustituir”, y uno de los mejores medios es utilizar lo que se ha llamado el “poder expulsivo de un nuevo afecto”. Interesarse profundamente en algún asunto nuevo e intrigante y enfocar la atención en un tema nuevo y dinámico, automáticamente tiende a dar a la mente una sola dirección.
Otra respuesta podría ser: concentrarse todos los días en lo que se hace durante el día. La concentración se desarrolla rápidamente si se cultiva el hábito de la exactitud en todas las cosas de la vida. Para hablar con más precisión es necesario poner cuidadosa atención en lo que decimos, leemos u oímos, y esto necesariamente implica concentración… La verdadera meditación, después de todo, es una actitud mental, y derivará de una actitud concentrada.
Por consiguiente, el objetivo de nuestros esfuerzos consiste en entrenar la mente para que sea nuestro servidor, no nuestro amo, y cultivar el poder de concentración, preparatorio para la práctica de la verdadera meditación. El estudiante serio, por lo tanto, aplicará esta cuidadosa atención a los asuntos de la vida diaria y así aprenderá a regular su mente como mecanismo de sus pensamientos.
Extraído de: “Del Intelecto a la Intuición”, Alice Ann Bailey.