El Propósito de la Educación – Primera Parte

“… la educación está sufriendo importantes trasformaciones. Desde el proceso relativamente externo de inculcar hechos, se está convirtiendo en un creciente proceso de evocar las posibilidades generadoras más profundas que residen en el individuo.”

UNO de los muchos factores que han traído a la humanidad a su actual etapa de desarrollo, es el desenvolvimiento y perfeccionamiento de los métodos y sistemas educativos. En su comienzo estaban en manos de las religiones organizadas, pero en la actualidad prácticamente están en manos del Estado y fuera del control de los grupos religiosos. En el pasado la educación ha estado en gran parte matizada por la teología, y los métodos eran dictados por los eclesiásticos y los sacerdotes. En la actualidad el vasto grupo de maestros es entrenado por el Estado; se ignora cualquier prejuicio religioso debido a los numerosos organismos religiosos diferenciados, y la tendencia de la enseñanza es casi totalmente materialista y científica. Antiguamente, tanto en Oriente como en Occidente, se educaba sólo a los miembros más altamente evolucionados de la familia humana. Hoy tenemos la educación masiva. Al tratar la comprensión del futuro y (según creemos) la educación superior, deben tenerse en cuenta estos dos hechos, porque encontraremos el camino de salida en una síntesis de estos dos métodos: educación individual y masiva, religiosa y científica.

Análogamente, como todo lo demás en este período de transición, nuestros sistemas pedagógicos se encuentran en estado de fluidez y cambio. Hay un sentimiento general de que se ha realizado bastante para elevar el nivel de la mente humana, juntamente con una profunda corriente de disconformidad por los resultados. Nos preguntamos si nuestros sistemas pedagógicos están logrando el máximo bien posible. Valoramos el enorme avance hecho durante los últimos doscientos años, no obstante nos preguntamos si después de todo estamos obteniendo tanto de la vida como sería posible para un pueblo que tiene un sistema adecuado de educación. Nos sentimos íntimamente satisfechos de la extensión de nuestros conocimientos, de la masa de datos acumulados, de nuestro control sobre las fuerzas de la naturaleza; a pesar de todo seguimos debatiendo la cuestión de si tenemos alguna verdadera cultura. Enseñamos a nuestros niños a aprender de memoria una enorme colección de hechos y asimilar una vasta variedad de detalles extensamente diversificados y, sin embargo, a veces dudamos de si les enseñamos a vivir más satisfactoriamente. Gastamos miles de millones de dólares para construir y subvencionar universidades e institutos y, no obstante, los educadores de más amplia visión se preocupan seriamente de si la educación organizada satisface realmente las necesidades del ciudadano común. Ciertamente parece que fracasaran en su misión de educar al niño que sale de lo común y al hombre o mujer de talento. De acuerdo a nuestro entrenamiento, la juventud parece hallarse ante el tribunal que ha de juzgarla. Sólo el porvenir dirá si se hallará algún camino de salida por el cual la cultura del individuo pueda marchar paralelamente a la civilización de las masas mediante la educación.

En una era de realización científica y de pensamiento sintético, en todas las esferas del conocimiento humano, uno de nuestros educadores, el Dr. Rufus M. Jones dice:

“Pero ninguna de estas realizaciones nos hace mejores. No existe equivalencia entre la cuenta corriente bancaria y la bondad del corazón. Conocimiento no es en manera alguna sinónimo de sabiduría o de nobleza de espíritu… En el mundo nunca se vio un ejército tan numeroso de educadores trabajando para la juventud del país, ni hubo en toda la historia del mundo presupuestos tan generosos para la educación, tanto primaria como secundaria. El resultado total, sin embargo, es descorazonador, y falla por su base. Nuestras instituciones de enseñanza producen algunos buenos escolares y proporcionan una masa de hechos científicos a un gran número de estudiantes, pero es un lamentable fracaso como función principal de la educación, que es, o debería ser, la formación del carácter, la cultura del espíritu y el desenvolvimiento del alma.”

En Asia y Europa antiguas, se entrenó y cultivó al individuo hasta el siglo xviii. Se entrenó intensivamente a las clases llamadas altas, y a quien manifestaba marcadas aptitudes para la cultura espiritual. Bajo el sistema brahmánico de Oriente y en los monasterios de Occidente, se dio una cultura especializada a quienes podían beneficiarse con ella, y así surgieron los destacados individuos que hasta la fecha han dejado su impronta en el pensamiento humano. El mundo occidental ha sustituido esto por la educación masiva. Por primera vez se enseña a miles de hombres a utilizar sus mentes, empiezan a afirmar sus propias individualidades y a formular sus propias ideas. La libertad del pensamiento humano, su liberación de todo control teológico, religioso o científico, son el grito de guerra del presente, y mucho se ha logrado. Las masas empiezan a pensar por sí mismas, pero es mayormente un pensar masivo, y la incierta opinión pública moldea ahora el pensamiento como lo hacían antes las teologías. El individuo precursor enfrenta muchas dificultades para hacer sentir su influencia en el actual mundo del pensamiento y del esfuerzo, como sucedía antiguamente.

Quizás, con el girar de la gran rueda de la vida, tengamos que volver a los antiguos métodos de dar entrenamiento especializado a un determinado individuo, lo cual no significará el abandono del sistema educativo masivo. De esta manera se unificarán definitivamente los métodos del pasado y de Oriente, con los del presente y de Occidente.

Antes de considerar ambos métodos, intentaremos definir la educación, determinar su meta y así aclarar nuestras ideas respecto a los objetivos hacia los cuales deben dirigirse todos nuestros esfuerzos.

Esto no es fácil. Si consideramos su aspecto menos interesante, podría definirse a la educación como el acto de impartir conocimiento a un estudiante, generalmente poco dispuesto, que recibe un conjunto de informaciones que no le interesan en lo más mínimo. Emite una nota árida y vacía, se ocupa principalmente de entrenar la memoria, hacer conocer los denominados hechos concretos, e impartir al estudiante algún conocimiento sobre un vasto número de temas sin relación entre sí. Sin embargo, literalmente, la palabra educación significa “guiar fuera de” o “extraer”, lo cual es muy instructivo. La idea latente en este concepto es que deberíamos extraer de los instintos y de las potencialidades inherentes al niño, a fin de guiarlo de un estado de conciencia a otro más amplio… ¿Podría decirse que empezamos a utilizar su mecanismo instintivo para conducirlos hacia el camino del intelecto? Quizás sea así, pero dudo que habiéndolos conducido hasta aquí, se lleve a cabo la buena obra y se les enseñe el verdadero significado de la intelección, como entrenamiento para desarrollar la intuición.

Extraído de: “Del Intelecto a la Intuición”, Alice Ann Bailey.