Generalmente es necesario seguir alguna fórmula de meditación durante varios años, a menos que la hayamos practicado con anterioridad, y es habitual que hasta los que llegaron a la etapa de la contemplación se sometan frecuentemente a prueba utilizando una forma para asegurarse de que no se están rezagando en un estado quiescente emocional negativo.
Durante los últimos siete años he utilizado fórmulas como la siguiente al trabajar con aproximadamente tres mil estudiantes de la técnica de la meditación, y ha demostrado su valor en tantos casos que la incluyo aquí.
- Forma de Meditación
Para Desarrollar Concentración
- Etapas
- Lograr control y comodidad física.
- Procurar que la respiración sea rítmica y regular.
- Visualizar el triple yo inferior (físico, emocional y mental):
- En contacto con el alma.
- Como canal para la energía del alma, que por la mente llega directamente al cerebro, desde donde puede controlarse el mecanismo físico.
- Concentrarse definidamente, apelando a la voluntad. Esto implica el esfuerzo por mantener la mente fija en cierta forma de palabras, de modo que se aclare en la conciencia su significado, y no las palabras mismas, ni el hecho de que estamos tratando de meditar.
- Pronunciar con atención enfocada:
“Más radiante que el sol, más puro que la nieve, más sutil que el éter, es el Yo, el espíritu en mí. Yo soy ese Yo. Ese Yo soy yo”.
- Concentrarse luego sobre las palabras: “Dios, Tú me ves”. No debe permitirse a la mente vacilar cuando se concentra en su significancia, significado e implicaciones.
- Luego, deliberadamente finalizar la tarea de concentración diciendo, con la mente de nuevo reenfocada en las ideas subyacentes, la siguiente afirmación final:
“Hay una paz que a toda comprensión trasciende; reside en los corazones de quienes viven en lo Eterno.
Hay un poder que todas las cosas renueva; es el que vive y se mueve en quienes saben que el Yo es uno.”
Esto en definitiva es una meditación de principiantes. Lo primero que debe tenerse en cuenta es que debe mantenerse la mente activamente ocupada con las ideas y no con el esfuerzo por concentrarse. Detrás de cada palabra pronunciada y cada etapa a seguirse debe haber la voluntad de comprender y una actividad mental de naturaleza centralizada… no debe haber nada automático en el proceso. Es muy fácil provocar en uno mismo una condición hipnótica mediante la repetición rítmica de ciertas palabras.
Se deben elegir frases de efectos positivos, y evitarse las que provocan un estado mental expectante y negativo. Es necesario cierto grado de realización y experiencia antes de que palabras (a menudo elegidas por principiantes bien intencionados) tales como “tranquilízate, y sabe que yo soy Dios”, puedan introducirse sin peligro en el trabajo de meditación. Exigen demasiada pasividad a la personalidad no entrenada, y la energía que evocan estimula la naturaleza síquica.
El método secuencial sugerido es un medio seguro para el neófito. Se le ocurrirán otros al estudiante inteligente. Mundos enteros de pensamiento están abiertos, sobre los cuales la mente puede extenderse a voluntad (observen estas palabras) siempre que tengan conexión con el pensamiento-simiente y se relacionen definidamente con la idea elegida sobre la que tratamos de concentrarnos. Evidentemente cada persona seguirá la inclinación de su propia mente (artística, científica o filosófica), y para ella será la línea de menor resistencia. Todos formulamos nuestros conceptos a nuestra manera. Pero la actitud “tranquilízate” no es para nosotros. Inhibimos otras actividades mentales mediante un intenso interés, no por un aturdimiento mental de nosotros mismos en el silencio, o por la adopción de un método que induce el trance o la completa ausencia de pensamiento. Definitivamente estamos pensando. Todo aquel que enseña meditación sabe que es difícil inducir al místico a que renuncie a su condición pasiva (resultado de un esfuerzo por centralizar la naturaleza emocional) y obligarlo a que comience a usar su mente. Con frecuencia oímos la queja: “No me gusta esta técnica; es demasiado intelectual y mental y nada espiritual”. Pero lo que realmente quieren decir es: “Soy demasiado perezoso para emplear mi mente; sufro de inercia mental; prefiero mucho más las rapsodias emotivas e imponer un estado de paz sobre mi naturaleza emocional. Me siento mejor. Este camino involucra un trabajo demasiado intenso”. ¿Por qué confundir la espiritualidad con las emociones? ¿Por qué no sería el conocimiento tan divino como el sentimiento? En efecto, este camino involucra trabajo arduo, especialmente al principio. Pero puede realizarse si se vence la pereza inicial, y quienes han triunfado saben de su valor supremo.
Al terminar este intento de indicar la labor inicial que el aspirante a este camino ha de emprender, debe observarse que la llave del éxito está en la práctica constante y persistente. A menudo, durante nuestra tarea con estudiantes de todo el mundo, hallamos que la mente brillante llega en segundo término, porque falta el perseverante esfuerzo, y la mente más común repentinamente irrumpe en el reino del conocimiento comprobado, dejando atrás a su hermano más brillante, porque posee la capacidad para seguir adelante. Los esfuerzos aislados no llevan al aspirante a ninguna parte; de hecho son indudablemente perjudiciales, en la medida en que alimentan un constante sentimiento de fracaso. Una pequeña tarea realizada constante y fielmente día tras día, durante un largo período, producirá resultados infinitamente mayores que los esfuerzos entusiastas pero esporádicos. Unos pocos minutos de concentración o meditación regular llevarán al aspirante mucho más lejos que varias horas de esfuerzo tres o cuatro veces al mes. Se ha dicho en verdad que “para que la meditación sea eficaz en resultados, no debe ser meramente un esfuerzo esporádico hecho cuando nos sentimos inclinados a ello, sino una persistente presión de la voluntad”.
Otro punto debe recordarse es que el último en apreciar los resultados de su labor es el estudiante mismo. La meta que él se ha señalado es tan maravillosa que es propenso a sentirse desanimado más que satisfecho. Lo único prudente es quitar por completo y definitivamente de la mente, de una vez por todas, todo pensamiento de resultados finales y sus efectos fenoménicos, y simplemente seguir las antiguas reglas. Esto debe hacerse sin un constante y radical punteo de uno mismo para ver cómo estamos progresando. Quienes nos rodean notarán segura y verdaderamente qué progreso estamos haciendo y lo notarán por nuestra creciente eficiencia, autocontrol, estabilidad y utilidad. Encontramos acertado calibrar el desarrollo de un estudiante en el trabajo de meditación por la extensión de su campo de servicio y por lo que sus amigos dicen de él, más que por sus propios informes acerca de sí mismo. Nuestro trabajo es ir constantemente adelante, haciendo la tarea requerida “sin apego”, como dice el aspirante hindú.
Para alcanzar el éxito debe haber un deseo genuino y persistente, una clara visión del valor de los resultados, una comprensión de que la meta puede ser alcanzada y conocimiento cierto de la técnica del método. Esto, con la persistente presión de la voluntad, es todo lo que se necesita, y está al alcance de todo aquel que lea este libro.
Extraído de: “Del Intelecto a la Intuición”, Alice Ann Bailey.