Volviendo al tema de este tratado, que es el de los siete rayos, señalaría que estos rayos tienen una estrecha conexión con las siete estrellas de la Osa Mayor (aquí nuevamente las cuatro y las tres como una diferenciación secundaria) y con las siete Hermanas, las Pléyades. La primera constelación es el agente de fuerza positiva para el Logos planetario y la otra el transmisor del aspecto negativo. Hay, por lo tanto, un directo intercambio de energías entre las vidas de los siete Logos planetarios y las estupendas e insondables Vidas Quienes informan estas constelaciones mayores. Grandes triángulos de fuerza entrelazados pueden encontrarse existiendo entre los siete planetas y estos dos grupos de siete estrellas cada uno. Eventualmente se descubrirá que el más recóndito secreto de deducción astrológica en el sentido planetario está conectado con estos “triángulos sagrados”, y ellos están —a su vez— representados por los triángulos(desplazándose y cambiando) que pueden ser construidos en conexión con los siete centros.
Al confeccionar el horóscopo del planeta (lo cual algún día será posible) se hallará que la línea de estas fuerzas y de nuestra respuesta planetaria a ellas tiene un efecto más potente que la influencia de las constelaciones zodiacales sobre la unidad humana. Esto se debe al inmensurablemente avanzado punto en evolución de los Espíritus planetarios Quienes (en Sus vidas individuales) han trascendido largamente la influencia de las doce constelaciones y rápidamente están deviniendo responsivos a las vibraciones superiores de sus grandes Prototipos, las “tres constelaciones íntimas”, como se las ha denominado esotéricamente. En las vidas de estas grandes Entidades esto corresponde a la manera en que un individuo avanzado puede contrarrestar la influencia de los planetas y así dominar tanto la vida de su personalidad, que la predicción y la certeza, en cuanto a actividad y circunstancia, ya no son posibles. El alma está dominando, y los planetas cesan de condicionar la vida. Lo mismo sucede con las constelaciones y los Logos planetarios. Pueden contrarrestar las influencias inferiores a medida que despiertan y responden a las vibraciones infinitamente superiores de las tres constelaciones mayores.
Antes de continuar con el análisis de las tabulaciones y mostrar las inter-relaciones que existen en este particular ciclo zodiacal entre los doce signos del zodiaco y los doce planetas, hay ciertas cosas que quisiera señalar aquí en conexión con estas constelaciones zodiacales. Son de la índole de generalizaciones, pero lo específico y lo particular puede ser deducido a partir de ellas.
Ante todo, señalaría que los doce planetas, gobernando las doce casas, conciernen primariamente a la expresión del hombre en el plano físico; afectan potentemente al aspecto personalidad; la influencia de los mismos, más condiciones kármicas heredadas, produce esos estados ambientales y esas circunstancias que dan oportunidad para el desarrollo y eventualmente el control del lado forma de la vida.
En segundo lugar, las doce constelaciones conciernen primariamente a la estimulación del alma dentro de la forma, produciendo actividad subjetiva que, a su vez, causa cambios en la expresión externa, a través de la fusión de la energía de la constelación con la energía de los planetas. El efecto producido se divide en dos etapas:
- La primera etapa en donde el signo del sol domina al hombre y gradualmente se lo capacita para responder al alma. Sus posibilidades latentes para esta vida son desplegadas. Al efecto del signo del sol se lo denomina a veces “la potencia del Sol de Probabilidad”.
- La segunda etapa en donde hay creciente respuesta a las energías, encubiertas por el signo ascendente. Evocan lo inesperado y producen el aceleramiento del proceso evolutivo y el desenvolvimiento de la vida interna. En el lenguaje de esoterismo, al signo ascendente se lo da en llamar “el Sol de Posibilidad”.
Por el efecto de la energía que fluye de los signos zodiacales, el hombre está preparado para la “crisis de orientación” en donde lenta y gradualmente invierte su modo de progreso en la rueda de vida y comienza conscientemente a viajar de vuelta a su fuente. Entonces va de Aries a Piscis vía Tauro, Escorpio y Capricornio, en lugar de moverse de Aries a Tauro vía Sagitario, Leo y Cáncer. La triplicidad de constelaciones mencionadas en estas dos grandes rutas alrededor del zodiaco tiene un efecto definido y trascendente y se los llama “signos de influencia primordiales”. Durante este proceso se desarrolla el principio mental, la mente discriminadora, y en esta conexión específica (no en una conexión general), el énfasis se pone sobre la influencia de Aries, Géminis y Libra. Bajo esa influencia, el hombre aprende a superar el deseo a través de experimento con y experiencia de todo tipo de deseo e impulso egoísta. Así, gradualmente y con infinito dolor, el alma humana aprende a funcionar primero como miembro de la familia humana y en segundo lugar como entidad espiritual, el alma divina.
A partir de lo antedicho verán que ciertas posiciones tomadas por el astrólogo esotérico invierten la posición de la astrología ortodoxa de hoy. La razón de esto es que en el descenso de ideas desde el plano de ideas, ellas devienen “invertidas” sobre el plano astral y sujetas a la gran ilusión. La astrología debe eventualmente liberarse de esta inversión.
Una correcta comprensión del efecto de las diversas energías y fuerzas hará evidente que, cuando las fuerzas planetarias condicionantes, las energías en expansión del signo del sol y la energía impulsora del signo ascendente estén siendo todas controladas y dirigidas por el hombre espiritual iluminado, ustedes tendrán entonces un alma al borde mismo de la liberación.
Eventualmente las energías de las doce constelaciones y —en una etapa final de experiencia y desarrollo— de las tres grandes constelaciones que condicionan al Logos solar son mezcladas (blended) con las energías innatas de los siete rayos o de los siete Logos planetarios. Esto marca un punto de perfección. Estas energías extrínsecas (me refiero aquí a las de las constelaciones mayores) son trasmitidas a la Tierra vía los siete planetas sagrados y los cinco planetas no-sagrados, y cuando hay fusión completa de las energías relacionadas y, por lo tanto, plena expresión, un gran período mundial llega a su fin. Por un largo tiempo durante este ciclo de reencarnaciones y períodos de manifestación, el ser humano está condicionado casi enteramente por la actividad de los planetas no-sagrados. Estos, como saben, son cinco en número:
El Sol (velando un planeta)
La Luna (velando un planeta)
La Tierra misma
Marte
Plutón
Hombre —simbólicamente hablando— es la “estrella de cinco puntas y, en las puntas ígneas, manan las fuerzas del hombre, y sobre cada punta ígnea aparece un centro de recepción”. Esto desde luego está pictóricamente expresado, pero el significado es claro. Sin embargo, a medida que el hombre se acerca al Sendero del Discipulado, la influencia de los planetas sagrados deviene cada vez más efectiva, hasta que después de la quinta y final iniciación los planetas no-sagrados no tienen efecto alguno, aunque el iniciado maneja potentemente las energías de los mismos a medida que fluyen a y a través de sus vehículos de recepción, de respuesta y de expresión, pues deben notarse las tres actividades y propósitos.
Extraído de: Astrología Esotérica, Alice Ann Bailey


