El problema de conducir al hombre a tomar posesión de su herencia, como ser humano, es función de los educadores y de los sicólogos y deberán conducirlo al portal del mundo místico. Por paradójico que parezca, la misión de ponerlo en posesión de su herencia espiritual corresponde a la religión y a la ciencia. El Dr.Pupin nos dice que “la ciencia y la religión se complementan mutuamente y son los dos pilares del portal que el alma humana atraviesa para penetrar en el mundo donde reside la divinidad”.
¡Demos a la palabra “espiritual” un significado más amplio! No me refiero a las verdades religiosas, pues las exposiciones de los teólogos y de los eclesiásticos de las grandes organizaciones religiosas, orientales y occidentales, pueden ser o no verdaderas. Usemos la palabra “espiritual” para significar el mundo de luz y belleza, de orden y propósito, mencionado en las Escrituras, objeto de detenida investigación por parte de los científicos, y en el cual han penetrado los precursores de la familia humana y han regresado de él para relatarnos sus experiencias. Consideremos espirituales todas las manifestaciones de la vida, y así ampliaremos lo que comúnmente entendemos por esta palabra, a fin de significarlas energías y potencias subyacentes en todas las formas de la naturaleza, que otorgan a cada una de ellas sus esenciales características y cualidades distintivas. Durante miles de años, en todo el planeta, los místicos y conocedores dieron testimonio de experiencias en mundos más sutiles, donde tuvieron contacto con fuerzas y fenómenos que no pertenecen a este mundo físico. Hablan de haber encontrado huestes angélicas; hacen referencia a la gran nube de testigos; se comunican con los hermanos mayores de la raza que trabajan en otras dimensiones, y manifiestan poderes acerca de los cuales el ser humano común nada sabe; hablan de una luz y una gloria, de un conocimiento directo de la verdad y de un mundo fenoménico, idéntico al de los místicos de todas las razas.
Quizás sea verdad que gran parte de estos testimonios puedan ser considerados como alucinaciones; también puede ser verdad que muchos de los santos de la antigüedad fueron casos sicopáticos y neuróticos, pero queda un resto de testimonios y un número suficiente de testigos intachables que lo corroboran y nos obligan a creerlo. Estos testigos de los mundos invisibles hablaron con palabras categóricas y dieron mensajes que moldearon las ideas de los hombres y dirigieron la vida de millones de seres. Afirmaron que existía una ciencia del conocimiento espiritual y una técnica de desarrollo mediante las cuales los hombres podrían alcanzar la experiencia mística y así conocer a Dios.
Esta es la ciencia que estudiaremos en este libroy la técnica que trataremos de desarrollar. Concierne al correcto uso de la mente, por el cual el mundo de las almas se revela a símismo y se descubre y abre la puerta secreta que conduce de la oscuridad a la luz, de la muerte a la inmortalidad y de lo irreal a lo real.
La solución definitiva de nuestro problema mundial depende de que alcancemos este conocimiento, conocimiento que no es ni oriental ni occidental, pertenece a ambos. Cuando nos hayamos unido con Oriente, fusionando los mejores pensamientos de Oriente y Occidente, tendremos una enseñanza sintética y equilibrada que liberará a las futuras generaciones, debiendo empezar en el campo de la educación y con la juventud.
En Occidente la conciencia se ha enfocado en los aspectos materiales de la vida y todo nuestro poder mental se ha concentrado en el control y utilización de las cosas materiales, en el perfeccionamiento de las comodidades físicas y en la adquisición y acumulación de posesiones. En Oriente, donde las realidades espirituales han sido mantenidas más uniformemente, el poder mental ha sido utilizado en la concentración y la meditación y en profundos estudios filosóficos y metafísicos; pero las masas, incapaces de estas actividades, se hallan en condiciones notoria y peculiarmente terribles, desde el punto de vista de la vida física. Mediante la fusión del progreso de ambas civilizaciones (ahora continuando con creciente rapidez) se está obteniendo un equilibrio, gracias al cual toda la humanidadserá capaz de manifestar su plena potencia. Oriente y Occidente irán aprendiendo gradualmente a compartir, en beneficio mutuo. La tarea en este campo es una de las cosas fundamentales y necesarias del actual ciclo.
Cristo viene para todo el mundo y no sólo para el mundo cristiano. Viene para Oriente y para Occidente, y ha previsto este “tiempo del fin”, con sus catástrofes planetarias, fenomenales desastres, desesperación e invocación —elevándose tanto desde Oriente como desde Occidente. Sabía que en el tiempo de crisis y tensión final la humanidad misma forzaría Su aparición. El relato de El Nuevo Testamento es verdadero y correcto; sólo las interpretaciones hechas por el hombre han desviado a la humanidad.
La solución se encuentra en la reaparición del Cristo. Esta es la establecida voluntad de Dios, y de ello dan testimonio las Escrituras del mundo; es el deseo de Cristo Mismo y de Sus discípulos, los Maestros de la Sabiduría; es la demanda no conciencializada de los pueblos en todas las tierras. Donde hay esta unificación de propósito, esta uniformidad de intención espiritual y de conciencializada demanda, entonces hay sólo una cosa que puede detener Su reaparición y es que el género humano no logre preparar el escenario mundial para ese evento estupendo, “preparar el Camino del Señor, enderezando sus senderos”… familiarizar al pueblo en todas partes con la idea de Su venida y producir la requerida medida de paz en la tierra —una paz basada en rectas relaciones humanas.
Nota: El Tibetano me ha pedido aclarar que cuando él habla del Cristo, se refiere a Su nombre oficial como Guía de la Jerarquía. El Cristo trabaja para todos los hombres, independientemente de su creencia religiosa; Él no pertenece al mundo cristiano más que al budista, al mahometano o a cualquier otra creencia religiosa. Ningún hombre tiene necesidad alguna de unirse a la Iglesia Cristiana para estar afiliado con Cristo. Los requisitos son: amar a vuestros semejantes, llevar una vida disciplinada, reconocer la divinidad en todas las creencias religiosas y todos los seres, y regir vuestra vida diaria con Amor. A.A.B.
Extraído de: “La Exteriorización de la Jerarquía”, “Del Intelecto a la Intuición” y “La Reaparición del Cristo”, Alice Ann Bailey.